Estamos ya en el último tercio de la temporada taurina española, que antes de lo que pensamos estará cerrando el telón por San Lucas y en Jaén. Entonces llegará la hora de hacer balance sobre todo lo ocurrido a lo largo de 2025, recordaremos los nombres que estaban en boca de todos allá por febrero y que fueron cayendo en el ostracismo conforme las ferias se iban sucediendo y, por el contrario, caeremos en la cuenta de cómo no nos habíamos dado cuenta por aquel entonces de que tal novillero que no sonaba en las quinielas ha resultado ser uno de los más destacados de la campaña. Y digo novillero porque sorpresas, grandes sorpresas dentro del escalafón de matadores, no ha habido.
O sí, porque sinceramente hablando creo que nadie esperaba en esos primeros y fríos meses del año, cuando Morante estaba luchando en Portugal contra la enfermedad que le hizo pasar por mil altibajos durante el año 2024, que el de La Puebla iba a rubricar la que, sin duda, es la mejor y más rotunda temporada de su carrera. Estoy absolutamente convencido de que ni siquiera los más acérrimos seguidores del diestro cigarrero esperaban algo así, esa sucesión continúa de grandes faenas, que además han tenido lugar en todo tipo de plazas, ya sea Las Ventas o el pueblecito más pequeño donde haya hecho el paseíllo.
La temporada de Morante es, para mí, la noticia del año. Pero es que además ha traído aparejada otra nueva que, si cabe, es mucho más importante cuando uno mira su trasfondo. Estoy hablando de la vuelta de la competencia a la élite del toreo. Una rivalidad que llevábamos muchos años, demasiados, sin ver a este nivel. Porque la irrupción de este Morante estelar ha supuesto un contrapunto al que hasta ahora, y desde hace unas cuantas temporadas, era el torero más taquillero del escalafón, Roca Rey.
Desde que tomó la alternativa el peruano se situó en todo lo alto, convirtiéndose enseguida en el que más ganaba y más mandaba de todos, entre otras cosas porque era el torero que mayor tirón tenía en taquilla, y además marcando distancias con sus inmediatos competidores, sin que ninguno llegase a alcanzar sus números ni de lejos. Así que se quedó solo en la cumbre. Encima Roca lo tenía todo para ello: juventud, garra, dos “pantalones” que le arrastraban y un toreo muy marcado hacia el populismo que le hizo entrar rápidamente en las preferencias de los aficionados a los que gusta esa tauromaquia ligera y fluida.
Y en estas hete aquí con que Morante irrumpe en la temporada 2025 como elefante en cacharrería y rompe todos los esquemas, todas las ideas preconcebidas que allá por enero elucubraban sobre cómo iba a ser el año taurino. Y además lo hace desde un palo en el que nunca se había conocido a un torero competir, el del arte más puro. A los toreros de esta línea siempre se les había recriminado, y con razón, que había que seguirlos durante veinte tardes para verlos cuajar un toro. Morante ha pulverizado ese acervo, y raro es el día en el que no pone los vellos de punta al personal que acude a verlo sabiendo que el de La Puebla ha conseguido una regularidad que nunca tuvo otro torero artista. Todo ese runrún ha provocado que encima se haya hecho un torero taquillero, muy taquillero, convirtiéndose, por todo, en competencia directa de Roca Rey.
Como siempre pasó cuando la rivalidad era entre los gallos del corral, los partidarios de uno y otro empezaron a hacerse bando, y aunque ahora ya no hay discusiones de toros en las tabernas, sí están presentes en las RRSS, donde hay unos pocos ejemplos de representantes de cada “equipo” enganchados con la parte contraria sobre si uno lleva más gente que el otro, sobre si aquel “no hay billetes” anunciado fue cierto o no, si uno veta a no sé quién y el otro a no se sabe cuál, y sobre todas esas cosas que lleva aparejado ser acérrimo de uno de los dos matadores.
Morante acabó de echarle gasolina al fuego cuando ante la baja de Cayetano en Santander se ofreció a torear gratuitamente, algo que visto desde fuera se antojó una forma de tocar las narices a Roca Rey, también presente en el cartel, y que prefería otras opciones como dar la alternativa de su amigo Bruno Aloi o esperar a ver si había un triunfador claro en el abono, que eso fue lo que finalmente ocurrió, ocupando la vacante El Cid.
El caso es que a la hora de escribir estas líneas las imaginarias lanzas están en todo lo alto, y para más morbo quedan por delante algunas tardes donde se van a ver las caras en el patio de cuadrillas. Dias antes del quite de Roca al toro de Morante en El Puerto, un personaje importante del toro me pronosticó “ahora sólo falta que el primer día que se vean en una plaza uno de los dos le haga al toro del otro un quite de esos de mala leche”. Y tal cual pasó. Debo confesar que conforme me lo decía yo pensaba que algo así es lo mejor que le puede pasar ahora mismo a la Tauromaquia, porque la competencia siempre ha sido el mejor motor de los aficionados… y de La Fiesta.
Lo fue ya en tiempos de Joselito y Belmonte, pero esos dos monstruos eran amigos fuera de la plaza, y a Morante y Roca no los veo yo dándose un abrazo vestidos de paisano. Aunque todo puedes ser, porque el de La Puebla al final tiene genes de buen samaritano y perdona rápido. Por ejemplo, no tuvo problema en volver a contratarse con Rivera Ordóñez como empresario después de que la difunta Duquesa de Alba soltase públicamente aquel “Morante es tonto”, a colación de la polémica que tuvo con el hijo mayor de Paquirri. Y, más cercano en el tiempo, ahí están las imágenes del “dedo acusador” de Morante señalando a Miguel Abellán, cuando ahora resulta que no tiene problema en amparar mixtas con Olga Casado. Serán cosas de toreros… pero estas últimas sí que no las entiendo.