Chicuelo: el arte silente que cambió el toreo

Chicuelo: el arte silente que cambió el toreo

Hoy, 31 de octubre, recordamos la figura de Manuel Jiménez Moreno “Chicuelo”, maestro sevillano nacido el 15 de abril de 1902 que transformó el toreo con elegancia, temple y una visión estilística que sigue vigente en plazas y aficiones.

Nacido en Sevilla en 1902, Chicuelo quedó huérfano muy joven: su padre, también torero, falleció cuando él tenía apenas cinco años. Bajo la tutela de su tío, el banderillero “Zocato”, se formó como torero y alcanzó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1919, de la mano de Juan Belmonte.

Desde temprano destacó por un estilo distinto: temple, ligazón, naturalidad. Fue él quien dio carta de naturaleza a la llamada “escuela sevillana”: toreo con los pies juntos, muleta baja, serie tras serie construida con ritmo y criterio.

Una jornada clave en su trayectoria fue la del 24 de mayo de 1928 en la antigua plaza de Madrid, frente al toro “Corchaíto” de la ganadería Pérez Tabernero. Allí se considera que, gracias a Chicuelo, arrancó una nueva fase moderna en la faena: muletazos largos, al natural, con esas líneas que hoy parecen naturales pero que entonces eran rupturistas.

Además de su muleta, Chicuelo fue innovador con el capote: es a él a quien se atribuye la creación de la chicuelina. Su dominio del capote, su gusto por la ligazón, la construcción de la faena y su sobriedad lo alejaban de buscadas estridencias y lo acercaban al toreo que buscaba trascender.

Durante los años veinte fue figura del escalafón, toreando en España y América con enorme repercusión. Su presencia en México, por ejemplo, le otorgó un cartel de primer nivel. En Sevilla, su tierra, fue un maestro venerado —y aún lo es—, tanto por los aficionados como por quienes estudian el toreo antiguo.

Chicuelo se retiró profesionalmente el 1 de noviembre de 1951 en Utrera (Sevilla). Falleció el 31 de octubre de 1967, dejando un legado que trasciende temporadas, generaciones y modas.

Hoy rendimos homenaje a su memoria: en cada remate sobre la mano izquierda, en cada serie bien ligada, en cada pase que respeta la geometría del toro y del torero, vive Chicuelo. Su huella sigue siendo escuela para quienes entienden el toreo como arte, no solo como festejo.