La  tauromaquia sigue viva… y llena los tendidos

La  tauromaquia sigue viva… y llena los tendidos

Mientras algunos proclaman el ocaso de la tauromaquia desde despachos ministeriales, las plazas de toros se llenan con una fuerza que desmiente cualquier intento de silenciarla. No es una percepción ni una intuición, son datos. Madrid, con su Feria de San Isidro, ha reunido a más de 576.000 espectadores, batiendo récords. La recientemente finalizada feria de Santander ha vivido una feria para la historia. Y qué decir de los llenos en Sevilla, donde figuras como Morante de la Puebla, protagonista de una temporada histórica, han encendido la llama de la emoción. Todo esto ocurre en medio de una ofensiva política que pretende borrar de un plumazo la condición cultural del toreo.

La Iniciativa Legislativa Popular que impulsa la derogación de la Ley 18/2013, que reconoce a la tauromaquia como patrimonio cultural, no es inocente. Es un paso calculado por parte de los grupos antitaurinos, con el respaldo del ministro Ernest Urtasun, para dejar sin protección una manifestación que forma parte esencial de la identidad española. No se trata de una “modernización cultural”, como algunos lo presentan. Se trata de censura. Y de un desprecio abierto hacia millones de personas que viven, sienten y defienden el arte del toreo.

Lo sorprendente y a la vez esperanzador, es que, frente a esa campaña de desprestigio, la realidad social y popular del toreo se abre paso. Morante de la Puebla, por ejemplo, está firmando una temporada que ya es leyenda, con llenos donde se anuncia y un magnetismo que conecta con nuevas generaciones. En cada plaza donde se anuncia una figura, el “no hay billetes” vuelve a colgarse en taquilla. ¿De verdad creen que esto puede taparse con un trámite parlamentario?

La tauromaquia no solo resiste, florece. Y lo hace en plena adversidad, sin apoyo institucional, sin espacio en las televisiones públicas, con campañas en contra desde centros educativos y culturales. Y sin embargo, el público responde. Porque la Fiesta sigue teniendo alma. Porque el toro sigue emocionando. Porque el arte no se deja gobernar por decretos.

Lo que está en juego no es una afición, ni siquiera una tradición, es la libertad. La libertad de crear, de transmitir, de conservar lo que forma parte de nuestra historia. Frente a quienes quieren uniformarnos desde la ideología, la tauromaquia representa una España plural, abierta y profunda, que no se deja arrasar.

Quieren presentar la abolición como un gesto progresista, pero en realidad es un acto de intolerancia. ¿Desde cuándo el progreso consiste en prohibir una expresión cultural centenaria? ¿Desde cuándo la cultura se decide por votación popular?

Hoy más que nunca, quienes aman la tauromaquia y también quienes la respetan, sin necesidad de compartirla, deben alzar la voz. Porque si el toreo está vivo es porque lo alimenta el pueblo. Y cuando el pueblo habla desde los tendidos, los parlamentos deberían escuchar, no imponer.