No hablaba desde que anunció su parón en los ruedos el pasado mes de abril. Y cuando lo hizo, Rafael de Julia no habló de cornadas, ni de triunfos, ni de tardes de gloria. Habló de él. De lo que nadie ve. De lo que cuesta reconocerse cuando la mente se convierte en el mayor enemigo.
En una entrevista en el programa El Séptimo Toro, de Radio Intereconomía, el torero madrileño narró con serenidad lo que ha sido uno de los procesos más duros de su vida: una anorexia nerviosa que lo llevó a perder no solo peso, sino también el rumbo. “Venía de un año muy importante, lleno de ilusión. Pero sin darme cuenta, la presión, la autoexigencia y esa voz interior que tanto daño me hace empezaron a ganar terreno”, reconoció.
De Julia recordó el momento en que sintió que todo se desbordaba. “Llegué al patio de cuadrillas solo, ante una corrida de Adolfo Martín, sin fuerzas, sin saber por qué… Toqué fondo”, confesó. Aquella tarde en Las Ventas no fue una más: fue el punto en el que comprendió que algo dentro de él estaba pidiendo auxilio.
“Lloré antes de hacer el paseíllo. No sé cómo tuve valor para salir, pero lo hice. Hoy solo quiero pedir perdón: a los aficionados, a mis compañeros —porque puse en riesgo sus vidas también— y, sobre todo, al toro. Él siempre merece respeto”, dijo el torero con la emoción contenida de quien ya ha recorrido el abismo.
El proceso médico posterior fue tan duro como revelador. En las primeras sesiones, su médico le advirtió: “Rafael, el verdadero riesgo que has corrido no ha sido delante del toro”. Aquellas palabras, reconoce, lo marcaron. “Esta enfermedad no es física, es mental. Y eso es lo más difícil de entender y de curar”.
Con el tiempo, y después de meses de tratamiento, el torero ha recuperado parte de la luz que la enfermedad le arrebató. “Hay días en que cuesta encontrar un motivo para levantarse. Pero el toreo me ha salvado. Nací torero, y aunque intenté apartarlo para buscar alivio, es el torero el que me está ayudando a volver a vivir y a sentir” – concluyó el madrileño.

