Los ‘Cohone’ de Álvaro Núñez del Cuvillo

Los 'Cohone' de Álvaro Núñez del Cuvillo

A últimas horas de una mañana de primeros de julio las redes sociales empezaron a hacer viral un vídeo que recogía las declaraciones de un ganadero de toros bravos, hechas en el magazine que Televisión Española ha dedicado cada día al encierro de San Fermín. Tres cuartos de hora jornada a jornada donde, al parecer, se habla de todo menos de la corrida que tiene lugar por la tarde y es el verdadero eje de absolutamente todo lo demás. La razón sobre la que pivotan unas fiestas universales, a pesar de que algunos políticos de turno ya estén colando sibilinamente la posibilidad de que haya encierros sin la necesidad de que haya corridas, lo que ha  hecho que varios ganaderos hayan dejado ya claro que bajo ningún concepto embarcarían sus toros hacia Pamplona con otro destino que no fuese el ser lidiados por la tarde.

El programa en cuestión hace echar de menos, y mucho, aquellos tiempos no tan lejanos en que Javier Solano, con su sapiencia y prosapia hablando de encierros y Elena Sánchez, con su cultura taurina, hacían del mismo un espacio que te invitaba a madrugar y disfrutar de aquello con el primer café de la mañana. Hoy en día, entre la televisión a la carta y lo poco que la retransmisión aporta a los aficionados, la verdad es que la motivación es escasa para poner el despertador. Pese a todo ello el programa en cuestión ha reventado los índices de audiencia en cada una de sus emisiones, que no es sino la misma tendencia que ocurre cada vez que una cadena programa contenidos relacionados con la Tauromaquia, aunque sea una novillada sin picadores. Como muestra, el botón del certamen que cada verano emite Canal Sur, y qué decir de la apuesta que Telemadrid ha hecho este año con la feria de San Isidro. Y así podríamos seguir con varios ejemplos más.

Pese a ello la televisión que se supone es de todos los españoles continúa mirando para otro lado desde hace muchísimas temporadas. De hecho, empezó a hacerlo cuando gobernaba el partido que ahora parece que ha hecho de su vinculación a la Tauromaquia un leitmotiv y se agravó cuando pusieron como Ministro de In-Cultura a un comunista pijo que se tomó el tema taurino como algo a extinguir. Menos mal que, en una más de sus ignorancias, desconocerá la presencia en parrilla de “Tendido Cero”, que si no es el programa más veterano de la programación poco le ha de faltar, porque si supiera de ella me da a mí que lo habría fulminado (o cancelado, como a ellos les gusta decir) hace tiempo.

Volviendo al magacine pamplonica matinal de marras, de vez en cuando invitan a gente metida de verdad en el toro. Algún matador, algún ganadero…y visto desde fuera da la impresión de que buscan un perfil de alguien que siga el discurso establecido y no los ponga en aprietos. Aunque en ocasiones el no saber bien de qué va el tema tiene sus ventajas, y es que se les puede colar alguien que llame a las cosas por su nombre. Y, como es en directo, no quede otra ya que ajo y agua.

Tal cual ocurrió la mañana en que llevaron a ese pedazo de ganadero que es Álvaro Núñez del Cuvillo Benjumea, que desde niño mamó y pulsó el toreo a la perfección. Por “El Grullo” pasaron todas, absolutamente todas las figuras del toreo desde que en 1983 Paquirri se convirtiera en el primer gran valedor de la divisa que pasta extramuros de Los Naveros. Álvaro es de esos sabios que tiene la Tauromaquia, capaz de desgranarte una faena a la perfección, de diseccionar cómo ha sido una embestida de principio a fin, de buscar, es más, de intuir matices que sólo están al alcance de privilegiados. Él es, sin duda, uno de ellos. Y además sabe transmitir toda su sabiduría con la base de unos conocimientos solidísimos y una pasión que hace que su mensaje no sólo llegue, sino que cale.

Y eso fue lo que pasó esa mañana de julio cuando cantó las verdades del barquero como hay que hacerlo: a la cara, con contundencia y en directo. El resto es historia, con un vídeo que se hizo viral y que corrió como la pólvora por el teléfono de los aficionados y de los que no lo eran tanto. Prácticamente todos entre los primeros tiramos el sombrero a los pies de Álvaro. Aunque, como siempre ocurre, hubo disidentes, algo que no puedo entender más allá de pensar que muchas veces tenemos lo que nos merecemos y que tiramos piedras a nuestro tejado.

Porque, para mí, lo que dijo y, sobre todo, cómo lo dijo Álvaro Núñez supone una verdadera reivindicación del toreo. Esa que va mucho más allá de, cuando llega la ocasión, pintar la mona y hablar del sexo de los ángeles en vez de abordar el tema de frente. Hace muchos años que nos hace falta activismo taurino, pero del de verdad, alejado de las fotitos y mensajes manidos de siempre. Necesitamos la actitud de Álvaro para poner pie en pared y, además, hacerlo siempre que haya oportunidad.

Como tenemos la memoria corta, habrá que recordar que hubo  matadores de toros que colaboraron (y siguen haciéndolo) con cadenas, programas y presentadores de televisión que abiertamente han mostrado no ya su rechazo, sino su odio visceral a la Tauromaquia. A mí, de verdad, me repugnaba cuando alguno de ellos aparecía en ese contexto y no tenía los “cohone” de reivindicar la profesión que le había llevado a ser famoso y así poder mendigar las migajas de rebañe que le daban por estar en ese plató, riéndole las gracias, en persona o por teléfono, a algún  personaje que mostraba abiertamente su repulsión al toreo. Y también podríamos pasar lista de los que antes de Álvaro Núñez tuvieron la misma tribuna y prefirieron ser políticamente correctos, vaya a ser que alguien se enfadase, aunque luego, llegada la hora de las tribunas taurinas, se erijan en paladines de la causa.

Y entonces es cuando a uno se le viene a la cabeza aquella sentencia dictada, unos dicen que por Rafael “El Gallo”, otros que por Manuel Ortega “el del bulto”, padre de Manolo Caracol, cuando le espetó aquello de “Esos cohone, en Despeñaperros” a un tren que, después de llegar a Madrid no sin antes haberlas pasado puñeteras para subir las cuestas del desfiladero que une Jaén con Ciudad Real, soltó un bufido de vapor a su paso, asustándolo. Pues Álvaro Núñez, que seguramente no llegaría a Pamplona en tren, echó esos  cojones cuando de verdad había que echárselos: en una retransmisión en directo y con máxima audiencia. El que pueda, y quiera, que le empate.