Corridas Emblemáticas del Pilar

Corridas Emblemáticas del Pilar

Zaragoza ha vivido tardes que ya son parte de la leyenda, jornadas taurinas en la Feria del Pilar donde se conjugaron la bravura, la emoción y el prestigio hasta hacer vibrar al coso y la ciudad entera. Ejemplos hay varios: la corrida del 20 de octubre de 1882, cuando Lagartijo y Frascuelo actuaron en La Misericordia ante la presencia de Alfonso XII camino a inaugurar el ferrocarril de Canfranc, un festejo que sí que marcó un escalón en el embellecimiento del cartel taurino del Pilar.

Otra tarde que nunca se borra de la memoria fue la del 15 de octubre de 1925, protagonizada por Nicanor Villalta. Aquel día cortó cuatro orejas y un rabo, brindó uno de los toros al tenor Miguel Fleta, y la atmósfera de triunfo fue tan intensa que aún se recuerda su vuelta al ruedo, entre vítores. Se convirtió en una de esas faenas que los aficionados citan cuando alguien pregunta “¿cuál ha sido la más grande en Zaragoza?”. 

Un hito intermedio y decisivo fue la tarde del 14 de octubre de 1943, la despedida de Nicanor Villalta, acompañado por Manolete y Morenito de Talavera. Aquel festejo condensó emoción, arte y rango. Más tarde, Manolete en la Feria del Pilar (se recuerda especialmente otro cartel en 1943-44) ofreció actuaciones que se salían de lo habitual, no sólo por su toreo, sino por la repercusión artística: muletazos y estilo que quedaron grabados en el tono de la afición zaragozana.

Estas corridas emblemáticas no sólo fueron triunfos particulares de toreros, sino también puntos de inflexión históricos para la Feria del Pilar: definieron público, exigieron mejor cartel, estimularon reformas en la plaza y elevaron las expectativas de lo que significa torear en Zaragoza. Al recordar esas tardes, la feria muestra su grandeza: no sólo por la emoción o el espectáculo, sino porque cada una de esas jornadas alimentó la memoria colectiva, enseñó los límites del valor y consolidó La Misericordia como espacio de asombro, tradición y desafío para el toro y el torero.