En el siglo III a. C., Sicilia cayó y una Roma en expansión conseguiría frenar el avance cartaginés por el Mediterráneo occidental. Ante esta situación, la familia Bárquida (Amílcar Barca, su yerno Asdrúbal y, posteriormente, Aníbal) lideró la expansión hacia los dominios de la Península Ibérica, rica en metales y con abundantes recursos humanos y agrícolas para un nuevo resurgir. En 227 a. C., Asdrúbal fundó una ciudad en una pequeña península rodeada casi por completo de agua. La llamó Qart Hadasht (“Ciudad Nueva”), al igual que el nombre original de Cartago en África. Desde Carthago Nova, poco después, Aníbal Barca daría comienzo al resurgir que lo llevaría a desafiar a una providencial Roma en la Segunda Guerra Púnica: el resurgir que le haría recuperar el rigor, la autoridad y el blasón que le habían usurpado. Hoy, jueves once de septiembre de dos mil veinticinco, apoyo mi sombrero en la ciudad milenaria con una misión: conocer a un hijo de Aníbal.
Víctor Acebo nació dos mil doscientos cincuenta y dos años más tarde en una limítrofe villa romana apodada Torre Pacheco. Sería desde allí, y con el mismo afán reivindicativo que Aníbal —cual esclavo romano admira a un gladiador—, donde al pequeño Víctor le inculcaron el arrebato de la torería. Su padre fue un apuesto novillero que llegó a lidiar a una de esas pavorosas bestias y claramente, un ejemplo a seguir. Como todo chaval nacido en la Hispania campeona del mundo, relegó momentáneamente la afición taurina para centrarse en el balompié; no sería por mucho tiempo. A finales de dos mil dieciséis decidió ingresar en la Escuela Taurina de la Región de Murcia.
Tras esta decisión, los éxitos de un “hijo de Aníbal” no sorprendieron: debut en público con un rabo en Albacete, tres orejas en Chinchón, dos en Alicante, oreja en Murcia, Abarán, Torre Pacheco… y es que el hambre por ser torero y buscar su lugar no cesó. Víctor tomó la decisión de abandonar su hogar e ir en busca de un sueño a Almería. En la ciudad pesquera gozó de la mejor temporada de su vida toreando más de treinta festejos: Bolsín de Juan Leal en Francia (donde fue finalista), también en el de Andalucía (retransmitido por Canal Sur), y el circuito de Extremadura. Todas estas victorias en el campo de batalla no hicieron más que acrecentar el prestigio del joven general, que continuaría conquistando el sur peninsular: Almería y Málaga, entre otras.
Con armadura metálica segmentada, túnica de lana, sandalias de cuero, coronado por una galea y al frente de innumerables falanges, Roma vencería. Acebo perdió Sicilia y sus blasones: llegó el Covid y todo lo que vino después resultó ser la mera defensa de sus conquistas, como el ser finalista del certamen de la plaza de toros de Salamanca junto a novilleros como Mario Navas y Álvaro Burdiel o la comparecencia en Villaseca de la Sagra.
Seguro del lugar que ocuparía en la historia, en dos mil veintidós tomó la decisión de debutar con picadores en Roldán, donde cortó cuatro orejas, ganó el disputado Bolsín de Torre Pacheco, también lo haría en Blanca, y retornó con una Cartago prevista de dominación: Calasparra con Fuente Ymbro, Gavilanes con La Guadamilla (Valle del Terror), Blanca con la de Escolar, hasta llegar a la tarde de Cehegín. Allí, en una novillada concurso, Víctor Acebo, como aquel joven general, a lomos de un elefante, cruzó los Pirineos ansiando restaurar su creación. Y así lo hizo: con el segundo toro de Ana Romero, ante la parvulez de la banda que abandonaba los tendidos y en presencia de sus adversarios, Víctor Acebo bordó el toreo: orejas, rabo y presencia en la feria de Murcia, donde triunfaría.
Las campañas continuaron y se comprobó que todos los caminos conducen a Hispalis: casa de Pilatos y cuna del temple. Pudo allí Víctor encontrar su resignación más verdadera, pues emana sevillanas maneras.
A las puertas de Roma, con decenas de triunfos en sus espaldas, ataviado como referente de esta noble región y futuro Primus inter pares, Víctor Acebo nos concede esta entrevista.

Víctor, tu última tarde en Murcia significó mucho para ti y para aquellos que te seguíamos.
—Tras mi discreta actuación en Calasparra, en esos diez días que me separaban de Murcia, me encerré en la iglesia. Por la mañana iba a La Alberca y hacía una ruta andando, luego toreaba de salón y por la tarde, en Santo Domingo, me encerraba con San Judas Tadeo. Me ayudó mucho a “superar” lo de Calasparra. En Murcia solo pensé en disfrutar, aun sin redondear la primera faena. Salí a hombros; pudo ser un antes y un después si la llego a cuajar. Sentí cosas importantes.
Allí te vimos muy cuajado, sin embargo ¿piensas mucho en tus logros de la temporada sin caballos?
—Si yo me quisiera comer la cabeza con eso cojo una depresión. No he querido echar la culpa al Covid ni a nada, las cosas vienen como vienen, no era mi momento y sé que mi momento está por llegar. Hay que estar preparado para cuando llegue aprovecharlo, no hay más.
Tras la rutina que has comentado, ¿tu vida con el toro acaba en casa?
—No, me gusta ver vídeos, sobre todo de toreros antiguos, y también leer. Me habré leído tres veces el libro de Manolo Molés sobre Antoñete, me encanta.
Has toreado muchos encastes.
—Gracias a Dios he podido torear muchos.
Ese “gracias a Dios” ya dice bastante, porque hay cantidad de novilleros, incluso figuras, que van entre algodones.
—La variedad de encastes me gusta. No en todos se puede hacer tu toreo, pues hay distintas lidias, pero siempre hay posibilidades.
Víctor Acebo es artista pero también lo he visto como lidiador. ¿De dónde bebes?
—Me gusta mucho Morante, Aguado, Urdiales… No soy de pegar rodillazos ni de alborotar a la gente. Yo quiero disfrutar y pulir mi concepto; lo que me gusta es torear bien, que es lo más difícil del mundo.
Te he oído hablar bien de mi paisano Pepín Jiménez.
—Claro, tengo buena relación con él e incluso he ido a Lorca a visitarlo al colegio.
Desde la madurez que otorga torear, ¿cómo ha sido tu evolución artística?
—Ahora me doy cuenta de la facilidad que tenía cuando era novillero sin picadores para torear bien y lo difícil que es actualmente. Siempre he tenido el mismo concepto, pero creo que es por la inocencia que tenía antes por la que las cosas me salían solas. Sé que algún día torearé como lo hago de salón.
¿Cuál es el toro de Víctor Acebo?
—El toro de Santa Coloma, me gusta mucho.
¿Línea Buendía?
—Línea Buendía. Estuve en Rehuelga y es tremendo.
¿Y si Víctor Acebo fuera ganadero?
—Te diría que Santa Coloma también. El Santa Coloma bueno es para soñar el toreo: Benítez Cubero, La Quinta, Flor de Jara… También hay una ganadería que me gusta mucho, Galache: embisten con mucha clase y tienen un muy buen ritmo. Recuerdo un toro de Morante en Salamanca con el que bordó el toreo.
“Tengo por seguro que voy a ser matador de toros, y claro que me gustaría ser figura del toreo, pero el primer paso es ser matador, y entre ese objetivo y cómo estoy ahora, lo que quiero es torear bien.”
Víctor Acebo
Te tengo que preguntar por las escuelas taurinas, la situación de los circuitos de novilladas y las oportunidades que no llegan para sus triunfadores cuando son matadores.
—Creo que ambas son necesarias. Las escuelas son muy necesarias por la formación y la cantidad de oportunidades que otorgan, pues saben moverse y apuestan por ti. Los circuitos creo que son clave, aquí en Murcia debería promoverse uno y si no, adherirnos al del Mediterráneo con Valencia, Alicante y Castellón. También es de alabar que apuesten por dar dos puestos en la novillada de la feria. Es una pena que lo que hagas de novillero luego no sirva.
Víctor, no me puedo explicar lo de Mario Navas…
—Mira José, yo con Mario Navas tengo relación y para mí ha sido el mejor novillero que ha toreado de aquí para atrás. Tiene un concepto que me vuelve loco y me parece muy raro que no esté toreando con la cantidad de veces que ha ido a Madrid. Torea como los ángeles.
Hay algo que Mario y tú tenéis, que es innato y no se puede conseguir: la torería. En tiempos de falsas apariencias, del tremendismo y del aplauso fácil, hay un pequeño reducto que la salvaguarda.
—Yo pienso que quien torea bien de verdad —no lo digo por mí porque aún no he toreado bien—, con veinte muletazos pone a todo el mundo de acuerdo y no hacen falta ni rodillazos ni largas. Ahora bien, se puede pegar un rodillazo con torería —me acuerdo de Ortega en Sevilla con un pase de pecho de rodillas—, pero puntualmente y cuando te salga del corazón. Y pese a que haya plazas donde gusta el rodillazo, vuelvo a lo de antes: veinte muletazos bien dados… Cada uno tiene su concepto y hace lo que puede.
¿Cuál sería tu faena soñada, tienes algo en mente?
—Toreando no pienso lo que voy a hacer, todo depende de los sentimientos del momento. Es muy difícil de explicar. Yo quiero hacer las cosas con torería, a lo clásico, ya que es lo mejor y lo que nunca pasa de moda. Y me gusta incluir dentro de mi toreo, cuando surge la inspiración, retazos artistas; ese es el toreo que me llena y me emociona.

¿Víctor Acebo no piensa en las orejas?
—No te puedo decir que no porque los novilleros necesitamos cortar orejas, pero personalmente pienso en pulir mi toreo, en torear bien y que la gente salga de la plaza diciendo “qué bien ha toreado Víctor Acebo” y no diciendo que he cortado cuatro orejas. Eso es lo que yo busco; ya si corto las orejas, pues genial.
Para esta causa nos ha venido muy bien Pablo Aguado, con el permiso de Morante.
—Morante es punto y aparte. Aguado, el día de las cuatro orejas en Sevilla, sin una alharaca ni nada, borda el toreo y corta cuatro orejas. Llega a Madrid y hace que se calle estando sensacional con uno de Algarra al que le corta una oreja. Aguado tiene una cosa que es muy difícil: la naturalidad. Eso se tiene o no se tiene.
¿Cómo ve Víctor Acebo la fiesta?
—Mejor que nunca, cada vez va más gente joven, que es la que le da mucha vida.
La afición está alterada con el tema de los despachos y vetos. ¿Qué nos puedes comentar sobre ello?
—No te puedo dar contestación porque no lo he vivido como tal, pero está claro que hay toreros que están triunfando y merecen oportunidades y no están toreando. Habría que darle una vuelta. Por ejemplo, Morante está dando cabida a muchos jóvenes como Borja o Jarocho y es de agradecer.
El domingo vuelves a Murcia. ¿Cómo te encuentras?
—Estoy muy ilusionado y con ganas de torear. Para mí va a ser una tarde importante y te diría que fundamental en mi carrera.
Partiendo de tu concepto, ¿tiene en cuenta Víctor Acebo lo que significaría cuajar un toro ante Javier Zulueta y Parrita?
—Si te soy sincero, no he pensado en mis dos compañeros, no he pensado en que me pueden afectar sus faenas. Yo solo quiero disfrutar toreando y sé que disfrutando yo, disfrutará la gente.
Por esta percepción que tú tienes del toreo, qué bonito tiene que ser ir a una plaza, estar puesto en ti, hacer lo que te sale del alma y que a la gente le atraiga, porque en ese caso les gusta Víctor Acebo y su forma de ver la vida.
—Eso es lo que yo quiero conseguir. A mí se me nota al vuelo cuando no estoy a gusto, tengo el traje de luces transparente, pero también se me nota mucho cuando estoy disfrutando: me sale una sonrisa de oreja a oreja que a mi gente en el tendido le quita la preocupación.
Lo único que quiero es pegarle veinte muletazos a gusto a un novillo y poder decir: me he vaciado toreando. Creo que Murcia es un lugar idóneo para dar un toque de atención y que sepan que hay novilleros con futuro de buen concepto en la Región.
¿Es fácil ser novillero en la Región de Murcia?
—No, no es fácil porque estamos alejados de todo, pero estando en Almería tampoco es fácil. Creo que tienes que ir a Madrid o Sevilla, a zonas con ambiente taurino todo el año. No es fácil, pero uno va luchando e intentando hacerse un hueco en la profesión.
¿Victor, siendo novillero es difícil pensar a futuro, no?
—Yo estoy ilusionado con lo que pueda pasar en un futuro. Estos tres años de novillero con caballos he toreado veintipico festejos, que está bien, y ahora me toca disfrutar de verdad. Estoy ilusionado con el final de temporada y lo que puede venir el año que viene.
Podemos decir que estás en tu mejor momento en cuanto a madurez.
—En cuanto a madurez sí, en cuanto a la forma de torear te lo diré el domingo.
¿Tienes claro qué quieres ser torero?
—Sí, claro que sí. Más que nunca.
Comentabas que te ilusiona lo que depara el año que viene. ¿Cómo se prevé?
—Se prevé bien.
¿Hablamos de alternativa?
—Me ilusiona tomar la alternativa el año que viene, es el año. Antes tengo que presentarme en Madrid porque es la plaza, junto a Murcia, que me quita el sueño. He tenido la oportunidad de ir estos años y no he ido, ya que creo que hay que ir para que pase algo.
¿No hay nada hablado con Madrid?
—Es pronto, pero me gustaría a principio de temporada presentarme allí y, a mediados o final de temporada, tomar la alternativa.
