Mañana, domingo, Juan José Villa “Villita” volverá a vestirse de luces en la plaza más importante del mundo. El novillero toledano, forjado en la Escuela de Tauromaquia José Cubero “Yiyo” de Madrid, afronta el paseíllo en Las Ventas con la madurez de quien sabe que cada tarde puede ser decisiva en su carrera.
Desde niño, Villita supo que su vida estaría ligada al toro. Hijo de banderillero, reconoce que nunca hubo un instante concreto en el que decidiera ser torero: “No tengo un día marcado en el que dijera ‘quiero ser torero’. Simplemente, desde muy pequeño, el toro fue lo que más me llamó la atención. Y esa llama nunca se apagó”.
Aquella pasión se forjó en la exigencia de la escuela madrileña, donde pasó varios años de su vida. Primero, en la inocencia de la niñez; después, bajo la dirección artística de José Miguel Arroyo “Joselito”, en una etapa que marcaría su carácter: “Éramos más de cien chavales y quedamos apenas treinta. Los entrenamientos eran durísimos, la disciplina férrea, y eso te hace madurar muy pronto. Aguantar aquello fue lo que me dio la base para ser torero y para la vida misma”.

Esa madurez precoz es, según Villita, la clave para resistir en un camino tan duro. A cambio de sacrificios propios de su edad, el novillero ha ganado experiencias que solo da el mundo del toro: “Nunca me ha costado renunciar a lo que tocaba dejar atrás por esta profesión. Para mí lo más grande es torear, y sabía que todo esfuerzo tendría su recompensa, antes o después”.
Si Madrid es su epicentro, Sevilla es su refugio emocional. Allí logró un triunfo rotundo en novillada sin caballos que, sin embargo, se le escapó con la espada: “Triunfé y la gente me cogió muchísimo cariño. He pasado varios inviernos allí y siento una conexión muy fuerte con ese público. La última novillada sin picadores fue preciosa, aunque la espada me quitó un triunfo muy importante. Volver a Sevilla es algo que siempre deseo”.
En el camino, también ha sufrido las dificultades de una etapa novilleril marcada por la escasez de festejos. Reconoce con sinceridad que le dolió no poder participar en los circuitos de novilladas de la Fundación Toro de Lidia: “Me quedé fuera de esa final y me hubiera encantado poder hacer el paseíllo en algún circuito más, sobre todo el de Madrid. Fue una espina clavada, pero había que aceptarlo y seguir”.
“En Madrid no vale guardarse nada; allí hay que darlo todo y jugarse la vida en cada instante.”
Otra plaza clave en su recorrido ha sido Villaseca de la Sagra, donde abrió la feria del Alfarero de Oro el pasado domingo. Aquella tarde le dejó sentimientos encontrados: “Villaseca es un examen muy serio, con novillos de gran presencia y una afición que valora de verdad. Aquella tarde me fui con la sensación de que el juego de los novillos no me permitió mostrar todo lo que llevaba dentro, y además la espada me privó de redondear la faena. Es una espina que llevo conmigo, porque todos los novilleros queremos triunfar en esa feria. Pero también me reafirmó en lo que significa la mentalización para afrontar compromisos mayores”.
Y ese compromiso mayor se llama Madrid. Allí se reencuentra mañana con la plaza que siente como propia: “He entrenado en Las Ventas, he vivido mucho desde el tendido y he tenido la suerte de hacer ya el paseíllo varias veces. Es la plaza donde sueño con expresarme de verdad. Sé la repercusión de un triunfo en Madrid y por eso lo afronto con máxima entrega. Me mentalizo en que hay que darlo todo, jugarse la vida y estar preparado para cualquier ganadería. En Madrid no vale reservarse nada”.

La cita, además, tiene el valor añadido de compartir cartel con dos compañeros a los que respeta: Jesús Ángel Olivas, con quien ya estuvo anunciado en Villaseca, y Aitor Fernández, que se presenta en la primera plaza del mundo. “Cada uno tiene su concepto, y todos sabemos lo que significa un triunfo aquí. Eso hace que la tarde sea todavía más especial”, apunta.
El horizonte, sin embargo, mira ya hacia un paso soñado: la alternativa. Con prudencia, sin desvelar fechas, Villita dejó entrever que el 22 de septiembre podría convertirse en un día inolvidable: “Será una fecha muy bonita”, se limitó a decir. Y sobre lo que supone, añade: “Es el premio a toda una vida de sacrificio. La alternativa es el momento en el que ya no hay vuelta atrás: pasas a ser matador y tienes que responder como tal. Todo lo que vivo ahora mismo, cada esfuerzo, tiene como meta estar preparado para ese día”.
En este camino, Villita no está solo. A su lado camina su entorno más cercano, con el apoderado Miguel Cubillo como figura clave. “Siempre he pensado que para torear uno necesita unos mínimos estipulados. Ahora los tengo, y con Miguel siento que estoy acompañado de la forma que necesito”, reconoce.
“La alternativa es el premio a toda una vida de sacrificio. Todo lo que vivo ahora, cada esfuerzo, tiene como meta estar preparado para ese día.”
Mañana, Madrid será juez y testigo de una nueva página en la carrera de Juan José Villa “Villita”. Un torero que, a base de madurez, disciplina y verdad, busca dejar huella en la plaza que más pesa. Porque como él mismo repite, con convicción y sencillez: “Madrid es el lugar donde quiero entregarme de verdad”.