FOTÓGRAFO: Mikael Fortes / Burladero Tv

Cuando la Luna se va es cuando más frío hace en la calle. El cielo se vacía, el silencio se hace grande dentro de nosotros. Si no hay toro no hay fiesta, hay otra cosa. Hoy tal que así vivimos. Al menos existen toreros.

Mayor agresividad que sus hermanos tenía en sus pitones el quinto de la tarde, negro listón. Algo escurrido de atrás, pero correcto de presentación (obviando las puntas, una tarde más). Tenía vueltas cortas en el capote, a lo que tuvo que estar presto De Justo en el recibo. Fue discreto en el caballo. En banderillas mostró prontitud a los cites, aunque embistió un tanto brusco en las capas. Brindis al público. Nada mas vio venir de largo al toro, el de Torrejoncillo no se lo pensó dos veces. Ea, de rodillas. Ligó y templó, aun siendo poco habitual verle en estas lindes. Ya en pie, explotó de veras. Aunque por el derecho repetía humillado, sin duda el pitón del toro fue el izquierdo. Cimentándose en dicha senda aun sin limitarse a la hora de mostrarlo entero, De Justo compuso la faena de la Feria. Hasta el aire quiso parar cuando comenzó a trazarle despacio, despacio, despacio. Varios de ellos, de esos muletazos de los que a uno se le quedan grabados. Pinturas. Parece mentira que se pueda torear así. Llevó largo al burel, a pesar de que como sus hermanos acusó falta de casta, menor probablemente, siendo el toro que mejor se movió del encierro sin llegar a destacar por sí mismo. Llegó el momento de la espada, y… pinchó. En una segunda entrada colocó entera la espada, pero un punto delantera y atravesada, lo que puso muy cara la muerte del toro. Sainete en descabellos, los jaleos se tornaron en contra del diestro, que terminó por ver al toro echarse antes de que encontrase acierto con el verduguillo. Silencio.

Remató con fuerza de salida en tablas el colorado segundo, de menor cara. No se prestó para el lucimiento en el percal de Emilio De Justo, que lanceó abriendo caminos. Como un tren se arrancó el astado desde la otra punta de la plaza hacia su matador tras un breve capoteo, que acabó con susto sin consecuencias al hacer hilo hasta el final en lo que este intentaba resguardarse. Por los pelos. Peleó con la cara arriba en el caballo, al que acudió pronto en las dos medidas varas que tomó. Intentó el quite por chicuelinas Tomás Rufo, el cual se descompuso por un enganchón próximo al desarme, a lo que el toledano tuvo que resolver. Tuvo pies el toro en banderillas. Medía, así lo hizo en los comienzos genuflexos de De Justo, que a base de provocarlo con mando consiguió arrancarle varias tandas. No obstante, cuando el burel se vio podido, se vino un tanto abajo, acudiendo más a la defensiva , intentando sorprender a veces, y ganando terreno hacia tablas. Midió acertadamente en faena el torero extremeño. Erró con la espada, pinchando en dos ocasiones previo a poner una estocada caída, casi baja, recibiendo antes de ello un aviso. Se echó, pero los repetidos errores de Pérez Valcarce, el tercero, con la puntilla, levantaron ambos animal y protestas. Terminó por morir. Silencio.

Más próximo al suelo, acapachado de pitones, era el tercer victoriano de la tarde. Repitió en el capote de Tomás Rufo, pero lo hizo de forma brusca, cabeceando y ganando la acción en un par de ocasiones, frustrando el pretendido recibo por delantales. Protagonizó una buena pelea en varas, apretando humillado al peto, tirando de riñones en ambos envites. El primer puyazo cayó más abajo, pero el segundo fue recetado en el sitio. No se afligió lo más mínimo y Manuel Jesús Ruiz “Espartaco” supo defender la cabalgadura, a lo que recibió palmas camino al patio de caballos. En banderillas acudió pronto pero menos humillado en los embroques. Brindó al público Rufo. Muy firme, basó su faena en las bajas alturas, exprimiendo cada embestida que el de los rizos quiso facturar. Ello propició que el animal se parase antes de tiempo, pero el diestro supo mantener la intensidad de la faena a base de valor, acortando significativamente las distancias y logrando ligarlo a pesar del recelo a arrancarse que mostraba en ocasiones. Para el público, la bomba fueron las luquecinas que cerraron faena, limpiamente ejecutadas, las cuales pusieron a los tendidos en pie. Rubricó con una estocada un punto caída y atravesada, que fue más que efectiva. Dos orejas, y una vuelta al ruedo muy pasada de rosca.

El último de la tarde, castaño oscuro de capa, fue el de mayor presencia de la tarde, bien cuajado de carnes, de expresión seria y ciertamente astifina. Lo lanceó a lo ancho del ovalado ruedo Rufo, rematando con una media. Peleó sin más en el caballo, y en banderillas acudió con la cara arriba, a lo que la cuadrilla tuvo que asomarse al balcón, dificultando más correcta colocación. Laborioso fue el componer para Rufo, con un animal parado y desrazado, que poco o nada dijo en lo que anduvo por el ruedo. Voluntad, voluntad y voluntad, y a golpe de ello hizo hasta sonar la música el torero. Pinchó y puso una estocada en el sitio después, petición atendida por el presidente, y premio, excesivo y definitorio de una salida a hombros más bien barata.

Brocho de cara y de cuajo decente era el primer toro, que se hizo ver frío y escaso de fuerzas en el paciente capote de Castella. En los dos picotazos que tomó fue pronto al caballo, pero entre ambos se afligió hasta desplomándose patas arriba. Tiempo y aliento pedía y así se lo concedieron los hombres de plata, que ejecutaron limpios y precisos con los palos y la capa. Acarició las inercias el de Béziers en los doblones que abrieron faena, sabrosos, sabedor de que los lances estaban contados. Todo lo tuvo que poner él, trazando entre algodones. La pastueña obediencia del victoriano le permitió ligar y componer, logrando manufacturar algunos muletazos de buen calibre y son, meritorios cuanto menos. Pero la nula transmisión del animal restó bastante en rotundidad a la faena. Cayó un tanto trasera, tendida y contraria la estocada, la cual tardaba en hacer muerte e hizo que el personal solicitase el descabello. Muerte al primer golpe. Oreja.

Gacho de pitones más bien escasos de remate mas buena badana fue el negro burraco listón que salió en cuarto lugar. Castella tuvo que esperarlo por suelto hasta que se decidió a repetir en su capote, el cual le mostró genuflexo para rematar con media verónica. No dijo gran cosa en sus dos encuentros con el picador. Se mostró con movilidad en el tercio de palos. Brindó Castella al público de Nimes. Estructuró una faena con pasajes de importancia por lo bajo de sus manos, de nuevo siendo todo torero. Teniendo en cuenta la escasa fuerza del de los marfiles, algo parado y descastado, sin duda fue una labor meritoria. Sopló más de dos y tres muletazos grandes, especialmente al natural. Si se le puede poner alguna pega a Castella, que anduvo dispuesto a sacar cada gota del mar, fue el uso de la espada, con la que perdió el trofeo. Pinchó en tres ocasiones, le sonó un aviso y en la cuarta entrada colocó la espada arriba, un tanto atravesada. Sirvió. Dio la vuelta al ruedo.

La Opinión de Pineda

Sin duda, Castella se ha mostrado en una gran dimensión en ambos sus dos compromisos en esta Feria de Pentecostés. Pero siento que su concepto pide más toro. Sería un gustazo poder verle acartelado con ganaderías mejor dotadas en cuanto a casta, más raza. Toros que impongan mayor respeto. Su tauromaquia ganaría en magnitud. La tarde fue suya.

Emilio De Justo, tras avisarlo ya en Sevilla y Madrid, volvió a la línea a la que nos tenía acostumbrados antes del grave percance que sufrió aquel Domingo de Ramos en Las Ventas. No había vuelto a ser el mismo desde entonces, pero cada vez se acerca más a sus mejores años. Le falló la espada, y más si cabe el descabello, cuando más falta le hizo ser rotundo, emborronando así la que fue la faena de la Feria hasta el momento.

Tomás Rufo quizá anduvo con el lote menos lucido dentro de lo ya espeso, dos animales muy parados a los que suplió con exposición e insistencia.

El encierro de Victoriano del Río se movió pero sin llegar a rematar, se a été laissé-faire, que dirían aquí, aunque saben ustedes que eso no sostiene una tarde. Presentación dispar, unos correctos, otros un puntito por debajo, y sin las defensas íntegras una tarde más. El cáncer del afeitado ha hecho metástasis, y ya parece algo habitual ver toros con las famosas “bolitas” hechas hasta en plazas que se suponen de primera categoría. En fin. Ah, y una vuelta al ruedo muy excesiva a un animal que poco más que obedecer hizo.

Aunque no vimos tanto toro, vimos torear, y servidor se queda con cuatro naturales que sopló Emilio De Justo, y se vuelve a casa más contento que la mar, a pesar de todo. Algo me dice que nos volveremos a ver pronto por aquí, pero hasta entonces, espero que se cuiden y que disfruten mucho de cada uno de sus días. Me despido, cómo no, con unos versos.

Aunque se quite la Luna
Y no soplen los aires
Seguiré viéndote
Con los ojos que me dejaste.

La Reseña

Plaza de toros Arenas de Nimes || Feria de Pentecostés

Toros de D. Victoriano del Río;

  • Sebastián Castella, de azul pavo y oro: oreja y vuelta al ruedo.
  • Emilio De Justo, de frambuesa y azabache: silencio tras aviso en ambos.
  • Tomás Rufo, de malva y oro: dos orejas y oreja.

INCIDENCIAS: el tercer toro, de nombre “Empanado”, Nº55, nacido en agosto de 2019, negro de capa y con 523 kilos de peso, fue premiado con la vuelta al ruedo.

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