
A día de hoy, pese a lo que muchos quieren hacernos ver y pensar, es muy difícil encontrar un sólo pueblo a lo largo y ancho de la geografía española en la que la Tauromaquia, en cualquiera de sus formas, no esté presente en sus fiestas y no sea el elemento en torno al que éstas giren.
Da igual que sean fiestas religiosas en las que el día grande se celebre la procesión del patrón de la localidad, fiestas que provienen de antiguas ferias de ganado o, simplemente, las fiestas locales y populares de una ciudad; al final, la Tauromaquia siempre tiene un peso fundamental.
Porque sería inconcebible entender Sevilla sin su Feria Taurina, o Pamplona sin sus Sanfermines, posiblemente la fiesta más internacional que tenemos y que bajo ningún concepto se puede perder. Pero igualmente imposible sería entender fiestas religiosas como el Corpus Christi o las festividades de la Virgen del Pilar, San Lucas o Santiago Apóstol sin las ferias taurinas de Toledo, Granada, Zaragoza, Jaén o Santander, entre otras.
Es indiferente si lo que se celebran son corridas de toros, novilladas, festivales, corridas de rejones, capeas, espectáculos de recortadores o tradiciones centenarias como el Toro de la Vega; e igualmente no importa que se celebren en históricas y monumentales plazas de toros, en plazas portátiles o en las calles y plazas mayores de los pueblos y ciudades, Siempre el Toro y la Tauromaquia van a estar muy presentes. Y esto es precisamente lo que los taurinos debemos promover, que en España no se entendería una festividad popular sin el Toro – en mayúsculas.
Y no, no pretendo con esto defender los tópicos y “san benitos” que se nos han colgado a los españoles – más aún a los andaluces – a lo largo de las décadas. No es mi intención con esta columna defender la idea de que España no es más que sol, playa, paella, flamenco y toros, lo que pretendo es mucho más simple: reivindicar la cultura.
Gracias a la Tauromaquia, en sus diferentes formas y vertientes, España es uno de los países, culturalmente hablando, más ricos del mundo, y la Cultura, guste más o guste menos a quiénes están al frente de muchas instituciones políticas, hay que defenderla, protegerla y apoyarla, porque el día en el que cualquier pueblo, por pequeño que sea, no celebre una novillada en sus días de fiestas, no sólo ese pueblo, sino toda España, estará perdiendo un poco de su cultura.