El norte no tiene un problema social con los toros. Lo que tiene, y desde hace tiempo, es el problema del toreo metido en vena. El reflejo más evidente, Santander.
Un día después de que la ciudad cantábrica haya cerrado su ciclo por Santiago, es momento de hacer balance. Tres llenos absolutos y el resto de tardes por encima de los tres cuartos del aforo. Datos que desmontan de raíz esa cantinela repetida hasta el hastío: “En el norte no interesan los toros, cuesta un mundo meter a la gente en la plaza”. Pues no. Lo que cuesta —y mucho— es trabajar.
Lo que ocurre en el norte es lo que ocurre tantas veces en el toreo: falta de afición por parte de los profesionales, escasa voluntad de promoción y pocas ganas de hacer las cosas bien. Santander, con su empresario José María Garzón al frente, ha demostrado que sí se puede. ¿La fórmula? Trabajo. Sin atajos. Hace unos días, en una entrevista, le planteaban si había arrebatado la feria del norte a Bilbao. Su respuesta fue tan sencilla como reveladora: “Nosotros no arrebatamos nada a nadie. Solo trabajamos, y mucho”. Nada más cierto.
El declive de Bilbao no es casual. Es consecuencia directa de una alarmante falta de promoción y de una preocupante desafección a la hora de estructurar un serial que debería ser el epicentro del toreo en el norte de España. Más allá de una calle paralela a Vista Alegre, la feria no existe. La publicidad es nula. Y conviene también señalar que, en este terreno, la empresa choca con un ayuntamiento más empeñado en poner zancadillas que en facilitar las cosas. Todo lo contrario que en Santander, donde su alcaldesa, Gema Igual, lleva años apostando con firmeza por el toreo.
Porque sí, muchas veces se carga toda la culpa sobre los empresarios —que tienen su parte, claro—, pero no se habla lo suficiente de los pliegos antitaurinos que pululan por muchos ayuntamientos. Pliegos que limitan, encorsetan y directamente impiden la posibilidad de montar ferias atractivas y viables. Y aquí también falla el toreo. Porque hay sindicatos de picadores, de banderilleros, de mozos de espadas… pero falta una agrupación fuerte, seria y estructurada que defienda los intereses del espectáculo en su conjunto. Un estamento con capacidad para analizar, denunciar y mejorar esos pliegos que, bajo la apariencia de cumplir con la ley, son auténticas trampas administrativas para echar a los toros por la puerta de atrás.
Santander ha dado un ejemplo rotundo: el toreo interesa, también en el norte. Pero necesita ayuntamientos comprometidos no solo con la Tauromaquia, sino con la libertad cultural de sus ciudadanos. Y empresas con capacidad, imaginación y valentía para salirse del sota, caballo y rey. Garzón lo ha hecho. Se ha salido del guión, ha apostado por nombres que arrastran público y ha ganado. Funcionó. Y ahí está el dato.
Ahora, que tomen nota. Porque querer es poder. Y sobre todo, es trabajar.