Foto: La Voz del Sur
La Catedral de Jerez se convirtió en el epicentro taurino y social para despedir a Álvaro Domecq, referente del rejoneo, fundador de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre y creador de la ganadería Torrestrella, cuya pérdida ha conmocionado al mundo del toro.
Jerez de la Frontera y el toreo lloran el fallecimiento de Álvaro Domecq, uno de los rejoneadores y ganaderos más reconocidos de la historia. Referente dentro y fuera de los ruedos, Domecq marcó una época en el ámbito ganadero con la creación de la ganadería de Torrestrella, asentada en la mítica finca Los Alburejos, en Medina Sidonia.
Su legado también quedó grabado en el mundo del caballo. Fue uno de los llamados “cuatro rejoneadores de la apoteosis” y fundador de la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, institución clave en la proyección del arte ecuestre andaluz. Su trayectoria fue reconocida con la Medalla de Andalucía y el Caballo de Oro de Jerez.
Desde primera hora de la mañana, la Catedral de Jerez reunió a algunas de las personalidades más destacadas del toreo y el rejoneo: Curro Romero, El Juli, Juan José Padilla, Cayetano, Santiago Domecq padre e hijo, Fermín Bohórquez o Rui Fernandes, entre muchos otros.
También asistieron representantes institucionales como María José García-Pelayo, alcaldesa de Jerez; Antonio Real, delegado de Turismo; Mercedes Colombo, delegada del Gobierno en Cádiz; o Tania Barcelona, delegada territorial de Turismo, Cultura y Deporte.
Antes del funeral, la Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre rindió un emocionante homenaje a su fundador. Doce caballos y varios jinetes recorrieron las calles del casco histórico desde la sede de la escuela hasta la catedral, acompañando simbólicamente al maestro.
La misa funeral, oficiada por Luis Piñero Carrasco, Vicario Episcopal para la Evangelización de la Diócesis de Jerez, comenzó a las 11:30 y finalizó a las 12:20 horas con una emotiva Salve Rociera interpretada por José María Núñez.
El momento más conmovedor llegó tras la salida del féretro, recibido con una ovación y el saludo solemne de los caballos de la Real Escuela, que acompañaron el cortejo hasta la calle de la Calzada del Arroyo. Allí, los restos de Álvaro Domecq fueron introducidos en el coche fúnebre para su traslado al cementerio.

