Ayer por la tarde se vivió una emocionante novillada en Mejorada del Campo, con una entrada de tres cuartos de plaza que supo reconocer el arte y la entrega de los jóvenes espadas. La ganadería de La Quinta presentó novillos de excelente juego, donde el segundo y el cuarto fueron las joyas de la tarde, nobles y con clase para el lucimiento de los novilleros. Tomás González abrió la tarde con un toreo clásico y pausado, aunque sin llegar a redondear su labor, obteniendo silencio y una oreja.
Mario Vilau fue, sin duda, uno de los grandes protagonistas del festejo. Su actuación estuvo marcada por el valor, la entrega y una torería vibrante que encandiló al respetable. En su primer novillo, Mario cuajó una faena de gran intensidad, combinando temple y valor, con series muy ligadas y un mando evidente que le hicieron merecedor de las dos orejas otorgadas por el palco. Su toreo, aunque firme, nunca perdió la sensibilidad y el arte, transmitiendo emoción en cada pase. Frente a su segundo novillo, aunque la faena no alcanzó la misma brillantez, mostró la misma entrega y profesionalidad que caracteriza a este joven novillero, que sigue consolidándose como una firme promesa del toreo.
Sin embargo, la tarde tuvo un claro nombre propio: Daniel Moset, el máximo triunfador del festejo. Forjado en la escuela taurina de Guadalajara aunque descendiente de Cuenca, debutó con caballos en esta misma feria. Moset demostró una madurez fuera de lo común para su juventud. Su primer novillo, el tercero de la tarde, fue un despliegue de temple, serenidad y torería profunda. Con un toreo muy pausado y lleno de sentimiento, Moset se lo pasó muy cerca, ligando cada muletazo con una cadencia y un dominio que cautivó a la afición. La faena fue un claro ejemplo de cómo la madurez no siempre llega con los años, sino con la conciencia y el amor al toreo.
La obra de Daniel se cerró con dos orejas en su primero y una oreja en su segundo novillo, un premio justo a su entrega y a ese toreo templado que sabe llegar al público.