Plazas portatiles, jarras de sangría más grandes que un chiquillo de tres años, botas de vino, botijos, pipos, porrones – los hay de todo gusto y tipología –, bandejas de embutido, el vecino de localidad que quiso ser torero y que se quedó en la versión taurina del cuñado de manual, la que va a la plaza de punta en blanco, con el traje de flamenca a estrenar, el que va con una vieja camiseta de fútbol de la época de Gordillo en el Betis… y el triunfo de un amigo.
Cómo echaba de menos volver a septiembre, volver a ver toros en los pueblos.
Eso sí, también con la vuelta de este tipo de festejos, vuelven esos “acontecimientos” – por llamarlos de alguna sutil forma – a los que, en los pueblos, todos están acostumbrados pero que, a los que somos de capital, nos siguen impactando, o escandalizando, incluso. Como el hecho de que un novillo muera apenas una hora antes de empezar el festejo y la ganadería no haya tenido a bien traer un sobrero, dejando a uno de los cuatro actuantes sin novillo al que lidiar, teniendo que repartirse los tres animales restantes entre los cuatro novilleros.
Nunca he entendido quién fue el genio al que se le ocurrió lo de dividir los novillos ¿a cuánto toca cada novillero? ¿cómo se calcula, en mitad de una faena de muleta, que ya has toreado tres cuartas partes de novillo, que tienes que parar porque el cuarto restante es para otro? En fin, dudas taurinas que no creo que tengan una solución lógica.
Pero bueno, entrando ya en materia, el primero de la tarde – que realmente fue el segundo del sorteo, pero que abrió plaza al desnucarse el primero en el camión – fue un novillo peleón, que buscaba coger al novillero en todo momento, se daba la vuelta nada más salir del engaño, dificultaba la lidia, y que encima no podía con su alma y se caía cada vez que tenía ocasión. Una maravilla de animal, vamos.
Y aún así, esa suerte de bicho maldito se encontró con un pedazo de novillero, Jesús Cobo de nombre, de la granadina localidad de Darro, para más datos, que lo recibió con dos largas de rodillas y que se intentó gustar toreando con el capote ante un animal que ya estaba totalmente desfondado. En la muleta, pues bueno, lo intentó de todas las formas posibles Jesús, y no anduvo mal realmente, dejando algún que otro muletazo de calidad, pero lo que no pué ser, no pué ser, y además es imposible. Dejó como rúbrica una estocada de manual y cortó la primera oreja de la tarde.
Intentando gustarse a la verónica recibió el novillero local, Jorge López, al segundo de la tarde, también muy justo de fuerzas aunque, al menos de salida, algo menos complicado para la lidia. Brindó a su familia y al público el que era el novillo del debut del accitano ante su gente, y realizó una faena con gusto, marcada en exceso por la cada vez menor raza del novillo y su constante búsqueda de las tablas, pero con tandas por ambos pitones de gran clase y de toreo puro, adornado con molinetes y un final por ayudados más que aplaudido por el público de su localidad. Como colofón a una muy buena faena, una estocada casi entera y muy bien colocada, que le abría la Puerta Grande de su ciudad al cortar las dos orejas.
Ya les digo, ver triunfar a un amigo es algo bonito, muy bonito.
Sin saber si era el último de la tarde o si había finalmente algún sobrero, saltó al ruedo el mejor novillo del día, castaño y de idéntica presentación al que acaban de arrastrar las mulillas, desde el primer momento se notó que se trataba de una animal con muchísima más clase y fuerza, permitiendo que Emilio Espigares, se gustara con el capote: verónicas, chicuelinas, tafalleras, gaoneras… Tocó más palos que un cantaor flamenco. Ya con la muleta, toreó despacio, muuuuy templaíto en algunos momentos, dejando muletazos de gran sabor por ambos pitones y sin dejar de adornarse cuando el animal lo permitía, y con arrimoncito final, algo que, si bien detesto en la mayoría de matadores del escalafón, que recurren a él como un medio para obtener más orejas, es de admirar en los jóvenes que están empezando, pues el valor escasea, y mucho, en algunos de los toreros más consolidados. El exceso de la tarde – esseso, como diría el cofrade Andrés Luque Terual al hablar de las plumas de los romanos en los pasos de misterio y de tantas y tantas cosas – vino al conceder las dos orejas y el rabo del novillo tras una estocada que hizo guardia.
No digo que el presidente de la plaza tenga que conocerse el Cossío de memoria – algo que sería de admirar, por mucho que el presidente fuera el alcalde y no tenga que ser un aficionado experto – pero sí recuerdo que la Asociación Taurina Chenel y Oro repartió no hace mucho unos folletos con los distintos tipos de estocada. Por favor, si alguien de dicha asociación lee esta crónica, hagan llegar esos folletos a Guadix. Son más que necesarios.
La Reseña
Novillada sin picadores celebrada con motivo de la Feria de Guadix.
Entrada: Lleno, sin llegarse a colgar al “No hay billetes”.
Novillos de Ana María Pomar y Moreno Sierra: Se lidiaron únicamentre tres novillos, al morir uno de los cuatro reseñados y no haber sobreros “por falta de espacio”. De buena presentación, 1º y 2º sin fuerzas y de nulo juego; 3º enclasado y muy bueno, premiado con la vuelta al ruedo.
- Martín Mendoza: Colaboró en la lidia de los tres novillos restantes, sin poder matar al que le había tocado en suerte tras morir este antes del festejo.
- Jesús Cobo: Estocada entera y oreja.
- Jorge López: Estocada casi entera y dos orejas.
- Emilio Espigares: Estocada que hace guardia, dos orejas y rabo.
