La verdad de Morante; filosofía taurina

La verdad de Morante; filosofía taurina

Domingo, diez de la mañana, bajas a tu kiosko de confianza a por el ABC, hace un mal día, está lloviendo. Bromeas con el quiosquero de toda la vida, retomas tu camino con el periodico impregnado por algunas gotas. Llegas a casa replanteandote el significado de lo que acabas de hacer, miras la portada: José Antonio Morante Camacho, lo comprendes todo.

Esta fría y lluviosa mañana de domingo, nos levantábamos con la primera parte de la entrevista publicada en ABC por Jesús Bayort, titulada: La verdad de Morante. Por fin en ella, tras algunas tímidas declaraciones, José Antonio revelaba la actualidad sobre su estado de ánimo y enfermedad en una temporada que depara ser importante por su situación personal y compromisos adquiridos.

El torero de la Puebla, alojado por su tratamiento en Marinha Grande (Portugal), permite adentrarnos en la dura batalla que sustenta contra su enfermedad: un trastorno de la despersonalización en ocasiones acompañado de una marcada depresión que conlleva la retirada profesional y humana del diestro. Es esta la cuestión que me dispongo a tratar y poner en valor, la necesidad de que José Antonio sonría para que Morante toree.

Creo que resulta complicado entender que para un torero de la condición de José Antonio resulta fundamental el bienestar interior para la plasmación de este ideal filosófico en el ruedo.

La torería, el vivir torero, es una forma de actuar en cada ocasión que nos presenta la vida, es aquella ley innata que imposibilita al ser el vivir a otro compás que no sea el del toreo, desde que se hace el paseillo hasta que se toma una cerveza en la barra del bar. Esta forma perpetua de vida, que algunos limitan a la mediocridad geográfica de la plaza y a la mediocridad filosófica del miedo, es fundamental para comprender la dimensión de Morante como torero y el valor humano de José Antonio. Si no comprenden esta cuestión no entienden nada.

Se lo explicare de otra forma: para realizar una obra literaria un escritor necesita comprenderse a sí mismo y tener claro su ideal literario para posteriormente transmitirlo por escrito. Tras esto, la escritura, la pluma; en un ejercicio interior de libertad, de inquietud y de sensibilidad, toma protagonismo para testificar este ideal de forma natural y sin preconcepciones siendo este trámite el valor que identifica y diferencia la obra de los diversos escritores.

Bien, esa es mi concepción del toreo, pero para ello es necesario un ejercicio de valentía -más allá que la aparente de la muerte ante la bestia- a la que se debe de sumar un condicionante que la literatura no tiene, el cuerpo humano, el físico, aquel del que José Antonio tiene claro que no goza en estos momentos pero del que estoy seguro que responderá cuando su filosofía, su torería, este concepto que hemos explicado, le llame a las puertas del corazón y nos lo muestre a todos. Morante volverá a torear por alegorías.

José Antonio nos deja varias citas a destacar que darían lugar a un estudio del pensamiento digno de un trabajo de fin de grado;  “la genialidad puede estar cerquita de la locura”, “el arte nace de la mente y mi mente ha tenido muchos trastornos que han podido forjar una personalidad aún mayor”, “soy más de valores que de triunfos”, “Me gustaría torear con la pluma, pasaría menos miedo”.

Tras comprender lo expuesto, ¿deveras creen estar en disposición de exigir o argumentar contra su tauromaquia refiriéndose al número de trofeos cortados? ¿Están ustedes mecanizando el arte?

No caigan en lecturas superficiales, comprendan el significado moral, interpreten al humano, crean en el valor silencioso, quieran a José Antonio, disfruten de Morante.