Por: Carlos Bueno
Que estamos viviendo un momento esplendoroso de novilleros resulta evidente. La feria de Algemesí está siendo testigo de ello día tras día, con chavales que torean mejor que nunca y salen a entregarse al cien por cien. Y, en esta ocasión, Bastos y Torrijos lo volvieron a demostrar una vez más. Suyo fue todo el mérito del triunfo, porque los novillos de Ángel Gómez Núñez no ayudaron como se esperaba. Su justeza de fuerzas condicionó su juego, y sólo el último, que recibió una vara testimonial, se movió lo suficiente para permitir un mínimo toreo ligado.
Sí, suyo fue el mérito de un triunfo ganado a base de querer, querer y querer, de disposición y ambición, de mostrar su inconformismo hasta el final. Las orejas valieron para abrir la puerta grande, pero su número no es importante. Si uno mereció alguna más o alguna menos es secundario. De lo que ambos pueden estar satisfechos es de sus actuaciones y de que la salida a hombros se la ganaron a pulso, por bemoles.
Tomás Bastos inició la faena al que abría festejo de rodillas, posiblemente el único error de su actuación, porque el novillo ya había cantado su querencia a tablas y su nulo recorrido. Le prendió de forma dramática al segundo muletazo, contra las tablas, y si todo quedó en un simple susto fue cosa milagrosa. A partir de ese momento el animal echó el freno y sólo se arrancaba al cuerpo del novillero, que insistió con determinación para mostrar su cara más valerosa. Lo mató de un estoconazo perfecto que le valió la oreja.
Dos le pidieron del segundo de su lote, aunque sólo le concedieron una después de otra labor decidida en la que imperó la seguridad. Lo había recibido a portagayola y lo había banderilleado reunido y cuadrando en la cara. Con la muleta le recetó suavidad y le dio tiempo entre tandas para que se rehiciese, porque sus fuerzas estaban al límite. Faltó sensación de peligro para que todo tuviese mayor transmisión y que el perfecto trasteo del portugués adquiriese más contundencia. A este lo mató de otra efectiva estocada.
Juan Alberto Torrijos expuso la mejor actitud y una variedad inusual de principio a fin. A su primero lo recibió en la puerta de chiqueros con una espaldina de rodillas, y a su segundo con una larga cambiada. Luego lanceó a la verónica con relajo y gusto, y toda su actuación mantuvo intensidad y conexión. Con un pase de las flores de rodillas inició su primera faena, para luego llevar a su antagonista a media altura en un primer tramo de labor intentando afianzar al maltrecho astado. Atacó a continuación para acabar pegándose un arrimón con desplantes y alardes serenos y toreros. Faena inteligente repleta de torería que remató matando por arriba de forma contundente.
Al que cerraba festejo apenas lo picó y eso valió para que fuese el único del encierro que tuviera movilidad. Tras un pase cambiado por la espalda de rodillas, Torrijos presentó la muleta con autoridad, siempre atornillado a la arena, para llevar al novillo cosido a las telas. No hubo ni un solo enganchón durante toda la lidia, y apareció la ligazón y la emoción. Lo mató como había toreado, despacio, con exactitud. Aparentemente la espada quedó perfecta, pero el animal no cayó y tuvo que intentar descabellar en varias ocasiones, perdiendo los trofeos, que no el crédito ni la admiración.
LA RESEÑA
Plaza de toros de Algemesí (Valencia) || Sexta de la Setmana de Bous
Entrada: Lleno
Se lidiaron novillos de Ángel Gómez Núñez blandos y descastados. El 4º resultó manejable.
- Tomás Bastos: oreja y oreja con petición de la segunda.
- Juan Alberto Torrijos: dos orejas y vuelta al ruedo tras aviso.
Cuadrillas: Se demonteraron Vicente Soler tras banderillear al 2º, y Sergio Pérez y Félix Delgado en el 4º.