Triunfo rotundo de Arturo Gilio en Durango con el indulto de “Villista” en la Corrida Villista de la Revolución

Triunfo rotundo de Arturo Gilio en Durango con el indulto de “Villista” en la Corrida Villista de la Revolución

La Plaza “Alberto Balderas” de Durango registró un lleno total para la tradicional Corrida Villista de la Revolución, celebrada en una tarde de clima agradable y ambiente festivo. Antes del inicio del festejo, la alcaldesa de Lerdo, Susy Carolina Torrecillas Salazar, descubrió una placa con motivo de la inauguración de la primera Escuela Municipal de Tauromaquia, un proyecto que contó con la presencia del presidente de Tauromaquia Mexicana, Manuel Sescosse, los matadores Arturo Gilio Hamdan y Jorge Mata, además del director del nuevo centro, Rafael Cortés Montalvo.

El encierro estuvo compuesto por toros de distintas ganaderías, con un comportamiento positivo en general. Destacó de manera sobresaliente “Villista”, ejemplar de la ganadería de Arturo Gilio, que fue indultado tras una faena de alto nivel artístico.

El Payo, calidad sin premio

Octavio García “El Payo” dejó dos faenas de notable dimensión. Con su primero, un toro de Boquilla del Carmen, firmó un trasteo variado y templado que el público premió con fuertes aplausos, aunque la estocada caída frustró la posibilidad de trofeos. Con su segundo, de Bernaldo de Quirós, volvió a desplegar técnica y pureza, pero un pinchazo le volvió a cerrar la puerta grande.

Arturo Gilio, figura en construcción y héroe de la tarde

La tarde tuvo un nombre propio: Arturo Gilio. El joven matador dejó una actuación rotunda y madura que confirma su camino ascendente hacia la condición de figura del toreo.

Con su primer toro, de la ganadería de Guadiana, Gilio se fue a portagayola con verónicas de rodillas y bordó un vibrante tercio de banderillas en el que colocó tres pares de gran espectáculo. En la muleta impuso temple, firmeza y poder, rematando con una estocada entera que hizo caer al toro de forma fulminante. El público pidió y obtuvo dos orejas.

Pero la apoteosis llegó con el cierra plaza, el impresionante “Villista” —502 kilos— de la ganadería familiar. Desde el recibo a la verónica, Gilio mostró una conexión total con el tendido. En banderillas volvió a desatar la locura, especialmente con un tercer par al quiebro que puso la plaza en pie.

Muleta en mano, Gilio construyó una faena de enorme profundidad: naturales largos y templados, tandas en redondo que encendieron los gritos de “¡torero, torero!” y un mando absoluto sobre la embestida del ejemplar. Cuando el matador se disponía a entrar a matar, el público pidió con fuerza el indulto, que el juez concedió.

El torero dio la vuelta al ruedo acompañado de su padre, ganadero y matador de toros, en una escena cargada de emoción. Los trofeos simbólicos —dos orejas y rabo— pusieron el broche a una tarde que el público tardará en olvidar.

Al finalizar el festejo, Arturo Gilio fue sacado a hombros en una salida triunfal que confirmó su condición de gran protagonista de la jornada.

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