Por: Antonio Cepedello
Soy taurino, y a mucha honra. Sin ningún tipo de complejos y con el mayor orgullo del mundo, el que mamé de mis padres y mis abuelos. Esa ilusión eterna porque de nuevo se me salten las lágrimas cada vez que contemplo la belleza del encuentro cara a cara entre el animal más bonito del Universo y el ser más complejo.
Soy taurino y no disfruto con la muerte ni el maltrato de nada ni de nadie, pero sí reconozco que para que una planta germine, otra tiene que ser arrancada y morir tras dejar su semilla en el suelo, o también que para admirar una obra de arte o leer un libro de ensueño, antes se han tenido que talar árboles y plantar luego otros, para que ni el bosque se extinga ni el hombre pueda dejar de expresar su capacidad de crear belleza y conocimiento.
Y por eso no sólo soy taurino en una plaza de toros, sino además en esas espectaculares ganaderías viendo en silencio como vive, crece y se reproduce en total libertad ese majestuoso ser llamado toro bravo, otrora un ‘semidios’ y ahora el animal más respetado por el hombre, al permitirle vivir en su entorno natural y luchar por su vida y la de sus congéneres.
Soy taurino también porque respeto a los que no comparten mi pasión, pero lo siento, prefiero una mirada desafiante, un gesto retador o una embestida persuasiva antes que los gestos de sumisión o cariño aprendido de cualquier mascota, atada a un collar y fuera de su hábitat y modo de vida de su especie. Y no creo por ello, ni mucho menos, que quienes disfruten con esas carantoñas sean ni esclavistas ni maltratadores, por supuesto.
Soy taurino también, entre otras muchas razones, porque no entiendo mi existencia sin poder contar los dias, horas, minutos y segundos que me quedan para volver a ver a Morante citar de frente y con la suerte cargada acariciando con su capote y su muleta la testuz de un toro, dotada con pitones como navajas, pero que el arte, la elegancia, la inteligencia y el valor del diestro de La Puebla del Río los convierten en los estiletes de una danza colosal y sin parangón.
Y, sobre todo, soy taurino porque mi padre y mi madre se conocieron en una plaza de toros, que sino, aún no sé en que dimensión andaría yo tratando de venir a este mundo para poder gritar una y otra vez: !!!! Ole, ole y olé!!!

