Tarde triunfal en el regreso de los toros a El Esparragal

Tarde triunfal en el regreso de los toros a El Esparragal

En la víspera de las fiestas de la Purísima, Ángel Gris volvió a triunfar en la comarca del Guadalentín. Tras su exitoso festival en Purias —donde hizo retornar los toros a dicha pedanía lorquina—, materializó lo análogo en la vecina localidad de El Esparragal, en Puerto Lumbreras. Dieciséis años después, un astado acometió la puerta de toriles en un festejo de tintes toristas; como siempre reviste Ángel.

Una plaza abarrotada recibió con ansia a los de Couto de Fornilhos, que trajeron consigo la curiosidad y el apego de más de un aficionado de tierras oriundas que vive en torno a esto del toro bravo y los encastes “minoritarios”. Que digo yo: tal vez minoritario deba ser el público capaz de comprender dicha obra, minoritario al igual que las figuras que acceden a su lidia mientras los chavales se curten a base de ellos. Quién le explicará esta situación a los toreritos de no más de diez años que plasman derechazos y trincheras en la matizada brisa del descampado inmediato a la portátil de Ángel. Cualquier excusa es buena para soñar.

Quiso soñar el rejoneador conquense Ángel Gómez, que con cuatro festejos a sus espaldas se presentó en tierras murcianas con una buena cuadra. “Embrujado” le correspondió a la altura de su nombre, pues nada más salir del toril vislumbró la capacidad de desarrollo del sentido, los tiempos y las distancias que tenía el animal. Una situación complicada a la que intentó anteponerse Ángel. Una oreja.

Aguardaba en el burladero Sánchez Vara, que seguro se contuvo de salir y tragar de novillo como solo él sabe hacerlo. Francisco Javier volvió a acudir a la llamada de Ángel Gris, que hace soñar a los aficionados con un cartel torista —por qué no— en la plaza de obra de su localidad, Lorca. Sutullena merece por fin un cartel que apacigüe al aficionado y eduque al esporádico.

Más suerte tuvo con su novillo, al cual recibió con dos largas de rodillas que serían acompañadas de un quite por delantales que caracteriza la variedad del torero arriacense. Un tercio de banderillas “asomándose al balcón” culminó con un par al violín que precedió a un inicio de muleta sentado en el estribo, con un regusto castizo evidenciado en la templanza y sosiego con los que llevó el animal a los medios. El poderío de Sánchez Vara con la diestra es más que ilustre; no sería refutado en esta ocasión. Dos orejas y el reconocimiento de una afición murciana que cada vez lo tiene más presente.

El pupilo de Tomás Campuzano, Filiberto Martínez, volvió al Guadalentín para reclamar el sitio que por derecho merece. Muchos nos acordamos de él tras la baja de Manzanares en la pasada Feria de Lorca, pues su paso por las capeas de España enfrentándose a auténticas alimañas fue más que sonado.

Con un concepto puro, firme y sin aditivos, Filiberto nos deleitó con un hondo recibo por verónicas que solo descompuso la brusquedad de la embestida del animal, que no gozó de las condiciones más óptimas. Pese a ello, fue capaz de robar dos derechazos al hilo del pitón aprovechando las inercias del novillo, pues siempre muy tapado y cruzado debía disponerse. Dos orejas para un torero abandonado, hondo y sin alharacas que, sin ninguna duda, debe ser reconocido. A Filiberto Martínez hay que ponerlo, y mucho.

Se presentó en su tierra adoptiva un hijo de La Puebla del Río. Carlos Fernández, tras diez años afincado en Águilas, hizo su primer paseíllo en tierras murcianas con un encierro nada fácil. Frente al novillo más complicado de la tarde, se dispuso firme, regalando retazos del toreo que lleva dentro. Un cadencioso y plástico recibo por verónicas fijó al animal en la brega, vislumbrando el oficio y gusto de un novillero que pide sitio. En la muleta se confirmó el devenir de un novillo fiel a los preceptos de Atanasio: bronco, con desarrollo del sentido, carente de humillación y pronto. El de La Puebla supo solucionar esta papeleta manteniéndose firme con una derecha dominante. Se tiró con el alma a matar, propiciando una buena estocada al primer intento. Son tales las condiciones de estos animales —aptos para una corrida con picadores—, que el novillo no cayó, y Carlos tuvo que acudir al descabello, solventando la situación al primer intento. Dos orejas.

Cerró la tarde Domingo David “Dominguín”, torero de dinastía que realizó su debut en público arropado por sus compañeros de escuela. Firme, sereno y comprometido con el oficio, dio sus primeros pasos en esta difícil profesión. Estaremos pendientes de su trayectoria. Dos orejas y un rabo.

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