
Nacido en Madrid y fraguado en la Escuela Taurina de Arganda del Rey “Fundación El Juli”, ha sido unos de los nombres más destacados de la pasada temporada taurina. Sus triunfos, su valor y su clase toreando ayudan a ratificarlo. El torero hace balance sobre la temporada pasada a escasos días de iniciar una nueva campaña, de la que nos cuenta algún detalle.
Lo primero de todo, y para los despistados que aún no te conozcan, ¿quién es Fernando Adrián? ¿Cómo te definirías?
Soy un joven que desde que era niño quiso ser torero. Ha sido mi sueño; la ilusión única de mi infancia, mi adolescencia y mi juventud han sido vivir de la Fiesta y ser libre gracias a mi capote y mi muleta. Desde que me apunté a la Fundación El Juli, en la que he crecido personal y profesionalmente, no he buscado nada más que la felicidad a partir del toro.
Fernando, ¿es fácil la vida dentro del mundo del toro?
No lo es, como tampoco son fáciles otras formas de vida a partir de la vocación. Pero si vives por y para el toreo, si consagras tu vida a él, todo se allana más. Yo he entregado mis días a la tauromaquia y, gracias a ello, estoy recibiendo ahora lo que durante veinte años de mi vida le he dado.
Durante varios años apenas has tenido oportunidades para poder reivindicarte y poder enseñar tu toreo, algo que evidentemente tiene que ser duro. ¿De qué te han servido todos esos años?
De madurar, de seguir creciendo interiormente, de seguir preparándome y, a la primera que tuviese, arrear. No quedaba otra. Quizá una de las cosas que me ha hecho salir cada tarde de esta temporada como si fuera la última de mi vida ha sido pensar en lo duro que es no torear en público; gracias a los ganaderos amigos que alimentaron mi alma cuando no me contrataban he seguido vivo en esto.

Ante una temporada que apresura ser amplia y muy movida, ¿Como es la preparación que estás llevando a cabo? ¿Ha cambiado algo respecto a cómo te preparabas en anteriores ocasiones?
Siempre he llevado a cabo una preparación muy dura al lado de Bernar Juarranz, que más que mi preparador físico es mi hombre de confianza. Con él entreno a diario la parte física, y luego también me preparo de salón junto a otros profesionales. Y la mente, porque para mí es incluso más importante la parte psicológica.
¿Cuáles son tus objetivos para este año? ¿Qué sensaciones tienes para la temporada?
Seguir siendo yo mismo cada tarde, seguir dando todo de mí y entregándome al máximo en cada paseíllo. Quiero llegar a lo más alto. El año pasado, cada tarde de mi temporada me la tomé como la última. Cortar las orejas cada día se hacía una obligación interior. Intenté llenar de verdad todo lo que hacía vestido de luces. No hay más secreto que salir así cada tarde también este año.
¿Qué han significado para ti la dos puertas grandes de Madrid, y en general, todos los triunfos tan rotundos que has conseguido este año?
Fue algo mágico, pero con mi segunda puerta grande demostré que nada era casualidad, gracias también a aquel astado de Juan Pedro Domecq que tuvo una embestida única. Aquella humillación, aquella clase… me dejó sentirme realizado como torero.

Abrir consecutivamente tantas puertas grandes encadenando triunfos de tanta importancia tiene que ser algo increíble ¿Cómo describirías esa sensación de ver todo tu trabajo de tantos años recompensado? ¿Qué se siente en esos momentos?
Cada tarde me la tomaba como un sprint final, como una meta que veías en el horizonte y tenías que cogerla con las manos. Salía al ruedo a exponer mi vida porque nunca había tenido tantas oportunidades juntas, y no quería que se me escapara nada. Quiero estar entre las figuras el resto de mi carrera y la única forma de conseguirlo es dándole al que paga emoción cada tarde.
Tuve la suerte el año pasado de estar en la corrida de Beneficencia, y pude apreciar en persona como desde el tendido se dan constantemente abucheos, pitos, cánticos de protesta, etc. ¿De qué manera te afecta esto cuando estas toreando?
En ese momento intentas aislarte de todo y concentrarte en la condición del toro, en su mirada, en cómo crear una obra que llegue arriba, como en este caso ocurrió en Beneficencia.
¿Qué es lo que más te obsesiona en una tarde de toros?
Llegar arriba y crear una aureola de emoción en torno a lo que está pasando entre mí y un toro.
¿Y qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Vivir por y para ella.
¿Quiénes son tus referentes?
Me quedo con el legado que han dejado grandes maestros de la historia como el maestro Chenel, el maestro Manzanares padre o un auténtico superdotado como es el maestro Juli, con quien he tenido la oportunidad de hacer el paseíllo y he crecido en su Fundación.

¿Cómo ves el mundo del toro dentro de unos años? Veo cada día más gente joven en los tendidos, y esa es una inyección de moral para alguien que entrega su vida a esta profesión…
