Medio siglo desde el 20-N: La monarquía, la Constitución y el bastión cultural que no podemos olvidar

Medio siglo desde el 20-N: La monarquía, la Constitución y el bastión cultural que no podemos olvidar

Ayer se cumplió el 50.º aniversario del 20 de noviembre, una fecha clave en la historia de España, la muerte de Francisco Franco y el inicio de un proceso transformador que condujo, no sin tensiones, a la restauración de la monarquía parlamentaria y a la construcción de nuestra democracia. Es un momento para mirar atrás con sentido crítico, pero también con gratitud por lo que hemos logrado. La proclamación de Juan Carlos I en las Cortes franquistas, apenas dos días después del fallecimiento de Franco, marcó el inicio de una nueva etapa institucional. Con ese gesto, se recuperaba la corona, pero no para reinstaurar una dictadura, se apostaba, contra muchas dudas, por un modelo parlamentario abierto al pluralismo. Esa apuesta culminó en la Constitución de 1978, nuestro gran pacto social, el verdadero sostén de la convivencia y del progreso.

Hoy, medio siglo después, celebramos no solo el retorno de la monarquía, sino algo más profundo, el consenso que permitió que una España dividida construyera un marco político en el que caben millones de voces. La corona no es un símbolo vacío, es parte de la legitimidad constitucional que nos salvaguarda de extremos y desenlaces autoritarios. Sin embargo, la celebración también exige responsabilidad. Este aniversario nos obliga a reflexionar sobre los desafíos actuales, la polarización creciente, la desinformación histórica y los riesgos del populismo. No basta con mirar el pasado, hay que mirar con honestidad al presente. Desde mi perspectiva, como amante de nuestras tradiciones culturales, no puedo dejar de subrayar un aspecto demasiado menudo olvidado, la tauromaquia. No es solo espectáculo, es una fuente viva de historia, arte y valores. En la fiesta brava se entrelazan el temple, el riesgo, la elegancia, la literatura y la pintura, en una tradición que ha alimentado nuestra cultura durante siglos.

Al igual que la Constitución, la tauromaquia es parte del tejido español, ignorarla es empobrecer nuestra propia identidad. La monarquía constitucional ha permitido que esa cultura viva con libertad, sin presiones autoritarias ni censuras ideológicas. La Tauromaquia, con sus matices y debates, ha seguido siendo espacio de expresión, de creación y de crítica. Esa convivencia entre tradición y modernidad es uno de los logros más bellos y frágiles de nuestra democracia. Conmemorar medio siglo desde el 20-N no es un acto meramente institucional, es un recordatorio de por qué aún vale la pena defender la Constitución, la libertad y esas raíces culturales que nos definen. Debemos honrar a quienes arriesgaron, políticos y ciudadanos, pero también exigir a las nuevas generaciones que valoren lo que construimos y se responsabilicen de su conservación. Porque la democracia es más que un régimen, es una herencia viva. Y conservarla, con sentido de Estado, con respeto por la historia y con apertura cultural, es nuestro deber.

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