Por Redacción 
Fue al término de una tarde que ya rozaba lo eterno. Morante de la Puebla, con las dos orejas en las manos y una faena inconmensurable que lo elevó al cielo de los elegidos, anunció su adiós a los ruedos en el centro de Las Ventas, cortándose la coleta ante la sorpresa general.
El torero de La Puebla del Río, culminando una temporada que quedará grabada con letras de oro, firmó así una de las escenas más emotivas que se recuerdan en la plaza madrileña. En soledad, con la emoción contenida de un público entregado, puso punto final a una carrera única e irrepetible.
Los tendidos, puestos en pie, rompieron en un unánime clamor de “¡Torero, torero!”, mientras Madrid lo obligaba a saludar una última ovación. Una despedida a la altura del mito que ha marcado el toreo del siglo XXI.