Roca Rey encara 2026 con un desafío de enorme calado: asumir en solitario el peso de ser la máxima figura del toreo en un momento de cambio estructural. Apenas finalizada la pasada temporada comenzaron los movimientos. El primero, de especial relevancia, fue la ruptura profesional con su hermano, hasta entonces su apoderado, cerrando una etapa añeja que ambos se habían prometido desde hace varios años.
A este cambio se sumó la salida de Joserra Lozano, su director de comunicación y jefe de prensa durante varias temporadas, figura clave en la proyección mediática del torero peruano. Lozano acompañó a Roca Rey en su ascenso hasta la cúspide, contribuyendo decisivamente a la construcción de una imagen potente y reconocible dentro y fuera del toreo. También habría tenido algún grado de implicación en la fallida “corrida de la juventud” prevista en Illescas y, aunque no existen pruebas concluyentes, algunas voces apuntan a que el malestar del torero con la película ‘Tardes de Soledad’ pudo influir en la decisión de reorganizar su estructura de trabajo de cara a 2026.
Lo cierto es que la temporada se presenta con una realidad incontestable: Roca Rey será el eje del toreo. La pausa de Morante ha dejado el curso sustentado por una sola figura capaz de garantizar taquilla y atención mediática. Hoy por hoy, con independencia de gustos o debates estéticos, Roca Rey es el único torero que llena plazas con regularidad. Y los empresarios actúan en consecuencia.
En este contexto adquiere especial relevancia la llegada de Luis Manuel Lozano como apoderado. Su experiencia al frente de la carrera de El Juli, acompañándolo desde la consolidación hasta su despedida en Sevilla, le avala como gestor capacitado para afrontar una temporada exigente, dosificar comparecencias y encajar al torero en carteles con sentido. La elección parece orientada a proteger a la figura en un año en el que la sobreexposición podría convertirse en un riesgo real.
Pero el toreo también se asoma a tiempos nuevos. Ante el vacío que deja la ausencia de Morante, comienza a abrirse paso una lógica ilusión por ver despertar a ese grupo de toreros que llevan tiempo instalados en la frontera de la consagración definitiva. Se espera con interés esa posible y largamente anhelada rivalidad entre Daniel Luque y el propio Roca Rey; la confirmación de un David de Miranda que ya ha acreditado valor, ambición y capacidad; o el reconocimiento definitivo a un Borja Jiménez que merece mejores colocaciones en las ferias que marcan el pulso de la temporada.
A este grupo se suman nombres que reclaman sitio con argumentos sólidos: David Galván, Samuel Navalón, Víctor Hernández, Fernando Adrián o Fortes, además de un largo etcétera de toreros que piden paso y necesitan contextos adecuados para terminar de romper. También existe expectación por comprobar si el poderío de Perera vuelve a reflejarse con continuidad, si Manzanares decide romper su inercia de silencio en las plazas o detenerse a reflexionar, y por un Castella capaz de firmar tardes de gran dimensión cuando conecta… y de diluirse cuando no, como Talavante cuando es capáz de recuperar esa zurda imbatible que siempre ha tenido.
El relevo sevillano sigue ofreciendo matices propios, con un Juan Ortega de trazo fino y pulso exquisito, aún necesitado de mayor regularidad y remate, y con un Pablo Aguado que mantiene un aroma especial cada vez que comparece. Y por detrás empuja una hornada joven cargada de expectativas: Marco Pérez, señalado desde niño; Zulueta, que despierta especial atención entre los más artistas; el maño Aarón Palacio, con una cabeza privilegiada y capacidad contrastada; un Cristiano Torres de valor incuestionable; sin olvidar a Jarocho, pendiente de oportunidades en las ferias para mostrar su dimensión, o a Mario Navas, que ha devuelto la ilusión a su Valladolid natal.
El escalafón sigue careciendo de figuras consolidadas, aunque no de talento. Falta que ese talento encuentre respaldo, que se le permita asumir responsabilidades y que los carteles acompañen a carreras que reclaman un impulso definitivo. Mientras tanto, el cetro del toreo continúa sostenido por una sola figura.
El último reto de Roca Rey es personal. Resetear, recuperar la ambición que siempre le caracterizó y asumir su papel con determinación y claridad. Porque si la temporada volviera a transitar por las mismas dudas de la anterior, el impacto no sería únicamente individual, sino estructural para el propio toreo.

