Gonzalo Capdevilla, contra los elementos; Marco Pérez contra el palco

De algunos de los pueblos de costa de mi provincia de Granada siempre se ha dicho que están entre dos mares, la mare que parió al Poniente, y la mare que parió al Levante. Pues eso, de lo segundo van sobrados en las costas gaditanas, y en la Plaza de Toros de El Puerto de Santa María ni les cuento, pues el Levante fue el gran protagonista de la segunda tarde del abono de la Feria Real.

Aún con las chicuelinas de ayer de Pablo Aguado en mi mente, saltó al ruedo el primer novillo de la tarde, ante el que se gustó Manuel Román con el capote, gestándose a la verónica y también por chicuelinas en el quite. Ya en la muleta, destacó el novillero cordobés toreando al natural, aunque la faena no llegó a redondearse como nos habría gustado por culpa del viento, un viento que, por momentos, hizo prácticamente imposible que Román se encontrara a gusto ante el novillo. Dejó Manuel una estocada casi entera, que le sirvió para cortar la primera oreja de la tarde.

Ante el cuarto de la tarde-noche no pudo lucirse Manuel Román con el capote, pudiendo únicamente fijar la embestida – o intentarlo al menos – de un novillo escaso de fuerzas. Perdió las manos en distintas ocasiones, propiciando esto la aparición de protestas por todos los tendidos de la plaza tras la salida del novillo del caballo. Brindó la faena el cordobés a Don Santiago Domecq – ganadero del que deberían aprender mucho en otros ramas del encaste, aunque eso es otro tema -. Ya con la muleta, el viento y la falta de fuerza del novillo volvieron a hacerse patentes, no siendo esto sin embargo obstáculo para un chaval (con todo el respeto posible) que tiene todo para lograrlo todo. Faena magnífica bajo los acordes de Nerva – la Banda del Maestro Dueñas haciendo de las suyas, qué les voy a contar – y gritos de ¡Torero! desde el tendido. Permítanme caer en el tópico, pero quién no ha visto toros en El Puerto, no se puede ni imaginar lo que se siente en faenas así. A destacar el auténtico vendaval al que tuvo que hacer frente Manuel en los últimos compases de la faena; como hay que destacar también el magnífico sentido de la medida del joven novillero que, una vez más, demostró que conoce a la perfección cuándo finalizar las faenas, dejando los muletazos justos, necesarios y precisos. Estocada entera algo contraria, al distraerse justo el novillo en el momento de entrar a matar. Tres descabellos y oreja.

Al segundo de la tarde lo recibió Gonzalo Capdevilla a porta gayola – “soy novillero, estoy tieso, y creo que es lo mínimo que debe hacer un novillero”, me dijeron que comentó en los micrófonos de Canal Sur -, gustándose posteriormente toreando a la verónica y adornándose con una tafallera antes de la rebolera final. A destacar la gran lidia del propio Capdevilla llevando al caballo al novillo, un novillo con clase pero algo falto de fuerzas. Brindó al público el novillero local, quién inició la faena de rodillas. Ya en pie, dejó Capdevilla destacables tandas por el derecho, aunque el novillo fue mostrando progresivamente su falta de fuerza. Algo mejor embistió el novillo por el izquierdo, gustándose por este pitón el novillero portuense. A destacar el magnífico pase de pecho antes de irse por la espada, y también más que destacable el cañón que tiene el novillero gaditano por brazo. Estoconazo de manual – uno que mas se suma a la lista de los de este torero – y oreja con petición de la segunda (más por ser el novillero de la tierra que por méritos, diría yo).

De nueva a porta gayola recibió el novillero local al quinto de la tarde, un animal mucho más alto y pesado que el resto de la novillada. Tres o cuatro largas de rodillas, un magnífico galleo por chicuelinas para dejar el novillo en el caballo y un arriesgadísimo quite por gaoneras, sirvieron para que Capdevilla volviera a meterse en el bolsillo a su gente, la de su plaza. El que no me crea y no sepa lo que es querer triunfar por lo civil o por lo criminal, que vea como estuvo el gaditano con el capote. Brindada la faena a Don Salvador Gavira, la comenzó toreando por bajo y rematando la primera serie con un notabilísimo pase de pecho. Tras dos rematadas series en redondo y por el derecho, lo prendió el novillo por culpa de las fuertes rachas de viento que cada vez iban a más. Prácticamente imposible se hizo redondear las series por el izquierdo, pues la muleta era prácticamente una bandera y el novillo no hacía sino engancharla. La faena se iba complicando, y Capdevilla se iba creciendo, rematando la faena con unas arriesgadísimas manoletinas. Tras este final, volvió a dejar un estoconazo perfecto – de verdad lo digo, su habilidad con la espada recuerda al cañón de Manzanares en sus mejores años -, cortando las más que merecidas dos orejas.

Volvió a molestar el viento en el recibo de capote de Marco Pérez al tercero de la tarde, aunque pudo igualmente dejar un magnífico recibo por verónica y delantales, y un soberbio quite por chicuelinas y una media escandalosa. Brindó la faena a uno de los grandes toreros que descubrió a Marco Pérez en sus inicios, nada más y nada menos que Emilio Muñoz. Ya en el inicio de faena, dejo el salmantino un molinete y una trinchera de las que son para enmarcar, pasando a torear directamente al natural, con muletazos de gran categoría. Gustó y se gustó Marco Pérez, con rotundísimas series por los dos pitones de un aceptable novillo. En una de las últimas series, en las que toreó totalmente encajado, ya se vio volar un sombrero, quiero creer que de algún aficionado que se emocionó, aunque ya les he dicho que el Levante fue el gran protagonista de la tarde, así que a saber si ahora mismo no hay un aficionado lamentando haber perdido su panamá… Tras un magnífico arrimón final, más propio de un figurón que de un niño, dejó una medio estocada honda suficiente para que el novillo doblara, cortando su primera oreja.

Ante el sexto y último novillo de la tarde, ya noche, no pudo lucirse el novillero salmantino, estando incluso cerca de ser prendido al arrancarle el novillo con total facilidad. Dejó Alberto Sandoval un magnífico puyazo que, por desgracia, no fue aplaudido – ni prácticamente reconocido – como habría merecido. Faena brindada al respetable, la comenzó por estatuarios bajo un nuevo vendaval y ante un difícil novillo que buscaba los adentros. Ya en las series toreando en redondo, volvió a gustarse y a adornarse Marco Pérez, logrando poderle al novillo con facilidad en menos de 10 muletazos. Lo que tiene ser un niño prodigio. Por cierto, a destacar durante toda su tarde, la magnífica colocación de Marco Pérez y lo cerca que se pasa a los novillos.  Que por cierto, en una época en la que en el escalafón de matadores vemos a figurones consolidados toreando desde el hotel, ver a cualquiera de los tres novilleros, perfectamente colocados y pasándose los novillos por la barriga, es algo que se agradece. Tanto se arrimó el salmantino que ya en el epílogo de la faena, el novillo lo pisó y lo derribó, y lejos de achicarse, el novillero se levantó sin mirarse, y se arrimó más aún, y cerca estuvo de volver a prenderle tres muletazos después, con la plaza convertida en un clamor y un chiquillo que domina los terrenos y las distancias a la perfección. Estocada perfecta y una oreja, inexplicable que no se concediera la segunda. Bronca tan monumental como merecida al palco. Por cierto, para todos los ministros, ministras y ministres que atacan la Tauromaquia y que se oponen a que los menores vayan a los toros, más de una treintena de jóvenes saltaron al ruedo cuando Marco Pérez no había ni recogido las orejas, y le acompañaron en una más que especial vuelta al ruedo.

La Reseña


Plaza de Toros de El Puerto de Santa María || Temporada de Verano

Entrada: En torno a un tercio

Novillos de Núñez del Cuvillo: Novillos bien presentados, de gran clase aunque y, por lo general, de buen juego, aunque muy desmejorada la novillada por el viento.

  • Manuel Román: Oreja y oreja.
  • Gonzalo Capdevilla: Oreja y dos orejas.
  • Marco Pérez: Oreja y oreja.

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