Por Redacción 
En la tarde del 25 de julio Roca Rey volvió a nacer.
El diestro peruano fue volteado en dos ocasiones durante la tarde del pasado martes, pero ocurrió concretamente en el sexto de la tarde cuando un toro de Antonio Bañuelos le cogió con fuerza empotrándolo contra las tablas, de manera que el cuerpo quedó entre los dos pitones. Tras lo sucedido, el banderillero Antonio Chacón y Cayetano Rivera no se lo pensaron ni un segundo y salieron a quitarle el toro de encima.
El gesto de Cayetano ha sido de lo más comentado. Salió a cuerpo limpio contra el toro arrebatándoselo de encima, un acto que finalizó con la terrible cogida del torero.
Este es un claro ejemplo de uno de los grandes valores que reúne la tauromaquia: compañerismo y valentía a partes iguales. El acto de permanecer atento para salvar la vida de otro ante un peligro o ciertos momentos críticos hace que la tauromaquia se caracterice, entre muchas otras cosas, por representar coraje, valentía, humanidad, sentimiento y compañerismo. Ser y estar tanto dentro como fuera del ruedo engloba lo que viene siendo el toreo y el ser torero. No hay nada más torero que arriesgar tu vida por salvar la de tu compañero.
El mundo del toro es un mundo ejemplar en cuanto a valores se trata y la tauromaquia enseña quienes somos de verdad. Me atrevería a decir que a día de hoy no hay ninguna otra profesión que reúna tantos principios humanos como esta ya que, sacrificio, valor, respeto, dignidad y verdad son frecuentes en este mundo.
Para ser torero tienes que estar dispuesto a que un toro te pueda arrebatar la vida y justamente, ponerse delante del animal sabiendo que en cuestión de minutos tu vida puede acabarse, tiene un valor que es imposible de explicar. Son valientes luchando por un sueño dispuestos a perder la vida por él y es que, como decía Francisco Rabal: “la muerte está al servicio de los toreros para darles inmortalidad y gloria”.
No hay mejor definición de la esencia de la tauromaquia y la grandeza del toreo que el acto de entregar tu vida al toro.