De un tiempo a esta parte me llevo fijando en que, desde cierto sector taurino, están empeñados en mostrar a los antitaurinos más radicales lo buena y lo bonita que es la tauromaquia, y mi pregunta es ¿sirve esto de algo? Sinceramente, pienso que no, para nada.
Libros, debates entre un defensor de la tauromaquia y un antitaurino confeso, charlas – como la que protagonizó hace escasas semanas el matador José Ruiz Muñoz y que llevaba por título «Toros para antitaurinos» – y una larga lista de actividades organizadas, se supone, para convencer a quien es antitaurino, de que debe dejar de serlo. Ojalá algún antitaurino me leyera y me dijera si ese tipo de actividades le han hecho reflexionar lo más mínimo acerca de su postura.
El problema es, en mi opinión, que mientras nos estamos centrando en mostrar – inútilmente – la tauromaquia a gente que totalmente opuesta y a la que no le importamos lo más mínimo los taurinos, se está dejando de lado a quién podría ser un buen receptor de ese mensaje que queremos dar: el taurino de a pie.
Ese chico de dieciséis o diecisiete años que va a los toros en su ciudad por primera vez porque le parecen algo atractivo, pero que no tiene ni idea de cómo va el asunto; o esos jóvenes, ya algo más mayores, que van a los toros únicamente porque está moda, y que, en cuanto den el último clarinazo, van a ir a la terraza más cercana sin ser conscientes de lo que acaban de ver, pero que han llenado sus galerías de fotos y vídeos que no van a volver a ver en su vida.
Ese es el objetivo, no se engañen. Acercar la tauromaquia a esa gente es necesario, porque a esa gente sí le puede servir de algo ir a una charla con un matador de toros, y poder saludarlo al acabar la misma – y si además sirve esto para fomentar la lectura, pues dos pájaros de un tiro, que falta nos hace.
Yo no he sido siempre el jartible que soy ahora – y gracias a Dios, pobre de mi familia si lo hubiera sido desde chico –, pero me comencé a convertir en aficionado (bueno o malo, eso no soy yo el que debe juzgarlo) gracias a leer libros sobre Joselito o Belmonte – ¿cuántos aficionados habrá creado Chaves Nogales? –, yendo a ver corridas de toros en un bar, rodeado de aficionados auténticos, que aún hoy discuten sobre si Paula era mejor que Curro o viceversa, y por supuesto, yendo a todas las charlas que pude, porque el simple hecho de levantar la manos, y hacerle una pregunta a un matador de toros, ya te convierte en un mejor aficionado. No lo duden.
En conclusión, dejen de perder el tiempo: igual que muchos hemos asumido que es absurdo discutir de política con alguien que se encuentra en nuestras antípodas ideológicas, háganme caso, debatiendo con un antitaurino radical ninguna de las dos partes va a sacar absolutamente nada.