Hablar de Pamplona es hablar del toreo en su máxima expresión. Porque durante una semana al año, la capital navarra se convierte en el epicentro mundial de la tauromaquia. Miles de personas se reúnen en torno al toro, desde que amanece hasta que anochece… y también durante la noche. Lo he dicho muchas veces: Pamplona, por San Fermín, huele a toro.
A pesar de los intentos del Ayuntamiento pamplonés por restarle protagonismo —como ocurrió en el vídeo oficial de las fiestas presentado este jueves— la realidad es tozuda: no pueden prescindir del toreo. Por mucho que lo deseen. Porque, seamos claros, ¿Qué serían Pamplona y San Fermín sin el toro? Nada. Absolutamente nada.
Durante años se ha barajado la idea de eliminar los festejos vespertinos y limitar la actividad taurina a los encierros matinales. Pero, ¿Qué ganadero aceptaría llevar sus toros a Pamplona para no verlos lidiar por la tarde? Ninguno. O al menos, ninguno que de verdad respete y defienda la fiesta.
Permitir que los toros corran por las calles sin que haya lidia después sería un acto de traición. Una agresión al toreo desde dentro del propio mundo del toro. Y no sería la primera vez que en este sector se antepone el bolsillo a la esencia de la fiesta. Aun así, quiero pensar que no llegará el día en que eso ocurra.
Y como esa opción es inviable, al Ayuntamiento no le queda otra que asumirlo: sin festejos vespertinos, no hay encierros; y sin encierros, no hay San Fermín. Es como hacer una paella sin arroz. Por eso, un año más, tendrán que tragar saliva y reconocer —aunque no lo digan— que la fuerza del toreo es tan inmensa que logra ‘reventar’ la ciudad durante nueve días. Porque, aunque algunos no lo soporten, Pamplona gira en torno al toro. Y así seguirá siendo.