LO CLÁSICO COMO REIVINDICACIÓN SOBRE LO MODERNO

Cada vez son más los toreros que optan por innovar, o incluso en crear un concepto propio de toreo, lo que implica renovar y optar por formas distintas. Pero hay un selecto grupo de toreros que, frente a todas estas reivindicaciones, toman el testigo de aquellos añorados maestros.

Encontramos aquí la diferencia entre toreros y artistas; esos que torean con el mentón hundido en el pecho, con el toro bien “ceñidito” a la cintura, con verticalidad y profundidad, y que cogen los trastos con las mismísimas yemas de los dedos. Es precisamente ese el toreo de pellizcos, aquel que se te queda grabado en la retina y que desearías volver a ver una y otra vez.

Viendo torear a estos genios, no sabes si están pegando precisamente un pase o dando una pincelada, porque si, esa suavidad con la que torean es digna de los mejores lienzos. Y es que la sutileza y la armonía es lo que les caracteriza cuando torean.

No sabemos precisamente de que fuentes bebe cada uno, ya que cada cual adopta el toreo que más le llena. Unos son de corte «belmontista´´, otros de corte «gallista´´, etc. Por ejemplo, los llamados belmontistas, se inspiran en ese toreo propio de Triana, lugar que tiene una personalidad bien marcada, como su forma de torear. Chicuelo (y parte de su dinastía), Gitanillo de Triana o Emilio Muñoz, son algunos de los más claros ejemplos de toreros de inspiración trianera, aquellos a los que les acompaña el “duende”.

Hay otros que torean como se hace al otro lado del río Guadalquivir, como por ejemplo en el barrio de San Bernardo; o dejando Sevilla a un lado, algunos se inspiran también en aquellos Califas del toreo propios de Córdoba. Existen más lugres que también tienen su propio concepto del toreo, como son por ejemplo Madrid o Valencia, cada uno con su forma de hacer las cosas.

Es justo este tipo de toreo, el de inspiración antigua, el conocido como toreo de buen paladar. Aquel que no tiene realmente el reconocimiento que merece, quizás porque no da el espectáculo que la gente quiere ver, o porque requiere mucho espacio y tiempo, ya que no se puede ver todos los días. Lo que está claro, es que los entusiastas de esta concepción del toreo son los más fieles y justos, ya que saben reconocer lo difícil que es torear bien.

Actualmente, los discípulos de estos toreros, y que quizás el día de mañana aspiren a convertirse en maestros, son entre otros Juan Ortega, Pablo Aguado o Morante de la Puebla, cada uno con su forma de ver este mundo, pero con el denominador común de saber parar el tiempo a la hora de torear. Hay otros que también adoptan algún que otro modelo de estas tauromaquias, como por ejemplo Diego Urdiales, que sabe bordar las verónicas como hizo en su día el faraón Curro.

Y es que, hay que dar gracias por ser testigos cada tarde que vamos a la plaza de poder verles, siendo conscientes de que aunque no se pueda cuajar una faena todos los días, siempre habrá detalles que nos cautivaran y nos darán esos “pellizcos” que tan adentro llegan…

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