Manolo Lozano: La sabiduría de casi un Siglo Taurino

Manolo Lozano: La sabiduría de casi un Siglo Taurino

Ha muerto Manolo Lozano. Y con él se apaga una de las voces más lúcidas y respetadas del toreo contemporáneo. Murió el pasado jueves en Madrid, a los 94 años, con la misma discreción con la que vivió. Fue uno de esos hombres que no necesitaban estar bajo los focos para ser imprescindibles. Su sabiduría, su memoria y su ética marcaron durante más de medio siglo el pulso de la Fiesta.

Nacido en Alameda de la Sagra (Toledo), Manolo vivió el toreo desde todos los ángulos posibles: fue novillero, matador por un día —en una tarde legendaria en Tánger—, empresario, apoderado y, sobre todo, un observador privilegiado del alma del toro y del torero. Nunca le interesó el ruido. Prefería el consejo a la orden, la mirada a la imposición, la pausa a la urgencia. En un mundo a menudo dominado por la vanidad, Lozano se convirtió en ejemplo de mesura.

Junto a sus hermanos, formó una de las sagas más influyentes de la historia taurina. Pero fue él, con su estilo sereno y una inteligencia casi clínica, quien acabó siendo el faro. Fue apoderado de numerosas figuras del toreo —desde El Soro y Ortega Cano hasta Morante de la Puebla y El Juli— y empresario de plazas de primera en España y América. Sin embargo, su mayor legado no está en los números, sino en las personas. En los toreros que aprendieron a escucharle. En los ganaderos que le consultaban. En los periodistas que acudían a él buscando claves.

Decía que el toreo era una conversación larga con uno mismo. Y tal vez por eso, supo hablarle al toro con la voz de la razón. Su despacho fue durante décadas un lugar de peregrinación. No necesitaba alzar el tono. Bastaba con que hablara para que todos atendieran.

Su muerte, el mismo día del Corpus en Toledo, tuvo algo de símbolo: la tradición y el tiempo se inclinaban ante una figura que lo representaba todo. Este viernes, en su pueblo natal, sus vecinos le han recibido con el mismo respeto que él ofreció siempre a los demás. Ha sido despedido sin estridencias, como corresponde a los grandes.

Se ha ido Manolo Lozano. Pero queda su ejemplo. Queda su modo de estar. Queda su toreo sin alardes, pero con verdad.